Celebrar la amistad
Los amigos, las amigas se vuelven imprescindibles. Como todos los 20 de julio, conmemoramos el día de la amistad y por eso deseo regalarles, una vez más, la voz de una amiga, colega y promotora de una vejez mucho más real y sin estereotipos: Concha León Portilla; reconocida periodista mexicana, creadora de la comunidad de Enlace 50 y por sobre todas las cosas, amiga.
¿Pusieron en práctica los consejos de la semana anterior? Julio es el mes de la amistad ¡Aún estamos a tiempo de seguir celebrando! Feliz día envejecientes, hoy y siempre, amigos, amigas.
Porota.
Celebrar la amistad
Llega un momento en la vida en que la amistad se vuelve el vínculo más significativo, el que nos alegra y sostiene, el que nos acoge en un espacio indispensable donde habitan la comprensión y el amor incondicional. Hace poco, entrevistando a una mujer sabia de Colombia, me dijo que después de los 60 las amistades importan más que los hijos, ya que los hijos están con sus intereses y preocupaciones y que con las amistades que hemos ido recorriendo el camino, el entendimiento y las prioridades fluyen con naturalidad, nos sentimos amados, contenidos y acompañados.
Tengo 65 años y amigas y amigos que conocí a los 15. Hablar de cinco décadas de amistad es un privilegio. En este lapso hemos visto y vivido de todo: aventuras, escapadas, exámenes, risas, lágrimas, amores y desamores, el nacimiento de nuestros hijos y ahora de nuestros nietos, éxitos profesionales y fracasos rotundos, salud y enfermedad, pérdidas y aprendizajes. Al día de hoy, la mayoría somos huérfanos, muchos divorciados y algunos viudos. Hemos visto girar y girar la rueda de la fortuna. El que más difícil la tenía en la juventud, la vida lo ha tratado con suavidad en la vejez y viceversa. A veces estamos arriba, a veces, hasta abajo, siempre acompañándonos. Nos hemos conocido en muy distintos momentos, gozando y también sufriendo. Nos hemos acompañado en muchas fiestas, homenajes, viajes y en hospitales, velorios y tragedias.
Las conversaciones son honestas y profundas, ya no le damos vuelta a lo que nos pasa y le ponemos nombre sin avergonzarnos a lo que vivimos y sentimos. No hay juicios. La libertad de hablar, de sentir y de expresar no tiene límite. Somos tolerantes y pacientes, la empatía es un valor entendido. No hay competencias ni comparaciones. Somos como somos. La vida nos ha enseñado que nada es permanente y que los tesoros verdaderos viven en los corazones de nuestros seres queridos.
Entre amigos podemos hablar libremente y a nuestro ritmo, de nuestros temores, de la muerte, de lo que nos duele en el corazón, de las heridas que provocan los hijos, de lo que nos falla, de culpas y remordimientos, de sueños y esperanzas, de problemas económicos o de falta de sentido, de lo que queremos para estos años tan importantes que nos quedan por vivir. Los años nos van dando la experiencia para hablar del dolor con respeto y dulzura, para encontrar las palabras o los momentos adecuados en los que hay que intervenir cuando un amigo la está pasando mal y nos necesita. Nos han dado el ojo para detectar cambios y señales de alerta y el valor de expresarlo sin herir. Observamos con compasión y cuidamos la dignidad de los que amamos y la nuestra.
Evidentemente no en todo, ni en todos reina la armonía. A veces en las crisis hay que soportar malos modos, negatividad y cansancio. Envejecemos como vivimos. No por cumplir años nos convertimos en seres perfectos, pero a eso hay que apuntarle. ¡Apuntemos alto! Atesoremos la amistad. Abracemos a nuestros amigos viejos y nuevos y en este mes que se celebra un vínculo entrañable, ¿qué tal escribirles una carta, un mensaje, o grabarles un audio agradeciendo lo vivido?
Concha León Portilla