Historias de vejeces en pandemia
Nuestro espacio de hoy pretende cimentar el camino de Voces Mayores, el Registro Federal de Historias y Saberes +60, que ya está nuevamente en órbita esperando que te sumes. Por eso, con gran orgullo, queremos compartir el texto “Por Zoom” de María Teresa Nannini, escritora, amiga e integrante de “El Club de la Porota”. La historia relata -con un toque de humor- el encuentro por Zoom de un grupo de personas mayores. ¿Te regalás 10 minutos para disfrutar?
Por Zoom
(María Teresa Nannini)
Lorena prepara el mate, enciende la compu y pide ayuda a los ángeles del cielo para recibir a los “chicos” del taller. Algunos han aprendido a aceptar la palabra “viejos”, y hasta les resulta mejor que eso de “adultos mayores”. Otros preferirían disimularlos aunque se hayan “empoderado”. De allí que algunas son detractoras de las tinturas y dejan las canas al viento. Otras prefieren tirar otras canas al aire y lucen pelos color caoba, a veces anaranjados. Los “muchachos”, en minoría, resisten como pueden.
—¡Hola! ¡Bienvenidos! —dice Lorena a medida que se van conectando en el Zoom— Susana, se te ve la mitad de la cabeza, acomodá mejor la cámara.
Bueno-, se lee en los labios de ella porque tiene el micrófono apagado. Javier le hace señas mostrando las orejas sin darse cuenta de que él no tiene problema de audio.
—¡No los veo, no los veo!– Se desespera una voz en off.
—Habilitá la cámara, Carmencita. Allí donde te figura una cámara de video. Si está tachada no anda. Tocala. Tocala —dice Lorena con suma paciencia.
—¿Con qué la toco? Le paso el dedo y no anda.
—¿Estás en la compu? Es con el mousse…
—¡No tengo!. Tengo este rectángulo de mierrrda, que no lo sé usar—dice Carmen.
—Estás con el audio habilitado, te aviso.
—Bueno, vamos empezando con los que puedan —dice la administradora—. Levanten un dedo los que me escuchan bien. Javi, ese dedo, no. No te hagás el picante. Hoy tenemos un buen tema de reflexión: La actitud. Voy a leerles algo, así que es mejor si apagan los micrófonos. Me aturden las chupadas de mate y el caniche de Susana.
—¡Oh, se fueron tres! —grita María pero no se oye.
Otros quedaron estáticos en los perfiles fotográficos. Lorena lee y que se jodan, piensa. María sigue haciendo señas con tres dedos frente a la cámara, luego, con dos se señala los ojos en un “see you” que le enseñaron los nietos. Lore sigue leyendo con el placer de haber cortado los micrófonos. «Total esto no es la Legislatura, el que me sigue que me siga. Qué pongan actitud».
Con los micrófonos habilitados empiezan a superponerse opiniones. Son muchos los días de aislamiento y se multiplican las ganas de contar cosas entre los viejos. Han quedado pocos porque los que se fueron no saben volver a entrar. «Es como un símbolo del sistema», piensa Lorena, mientras los deja charlar. « El que no se suma pierde. Si no manejan las redes son los analfabetos de este siglo. Este es el año de la pandemia que vino a aniquilar a los adultos mayores, a los ancianos, a los “viejos de mierda”, según el enfoque. La vida saludable, los medicamentos, las vacunas han dado a los mayores una sobrevida molesta. Si algunos se tienen que caer del planeta, mejor que sean los viejos».
—¡Pero esa no es la actitud! —dice Lorena, de repente y nadie entiende nada- “La actitud es ser resilientes. No dejarse estar. Creer en ustedes mismos, ser generosos, cuidarse para cuidar a los otros. ¡Los jóvenes no nos podemos quedar sin la generación de sabios que ustedes encarnan!”, finaliza.
Los ojos atónitos de sus interlocutores le hacen detener el discurso. María le hace señas de tijeras. Estaba sin micrófono. Y cuando logra hacer funcionar toda la sala de meeting escucha el último diálogo antes de que se corte el Zoom.
—El otro día llamé al amor de mi vida por teléfono, y cuando atendieron y escuché que era él, corté rápido.
—¿Y qué le dijo, Inesita? —preguntó Lorena por cortesía.—Usted se ha comunicado. Y corté emocionada. Me hizo bien saber que no murió todavía.