Sobre vejez, flexibilidad y el portazo

Sobre vejez, flexibilidad y el portazo

Las personas tendemos a resistirnos a los cambios. Reconozco que no fue fácil asumirme como una mujer mayor. En un principio, cuando empecé a descubrir las huellas del paso del tiempo en mi cuerpo, me reía. La primera cana me robó una sonrisa con algo de nostalgia, un ja ja ja discreto y la tolerancia cómplice al típico comentario: “mami, ¡ya tenés canas!”. Hubo un tiempo en que me pasaba largos minutos frente al espejo estirando mis ojeras. En el mismo ritual trataba de convencerme de que la arruga junto a la comisura del labio era “de expresión”.