Alzheimer: La ausencia del recuerdo

En 1994, la OMS proclamó el 21 de septiembre como el Día Mundial del Alzheimer. Desde entonces, cada año en esta fecha y durante el mes de septiembre, se trabaja para contribuir a la difusión de información para la población general acerca de esta enfermedad, colaborar en el diagnóstico temprano, la prevención, la asistencia y cuidados adecuados para asegurar la mejor calidad de vida posible a las personas que padecen Alzheimer u otras formas de demencia.

En el año 1906 Alois Alzheimer, psiquiatra y neurólogo alemán, identificó por primera vez los síntomas de lo que luego se conocería como la enfermedad que hoy lleva su nombre.

Con motivo de esta fecha tan importante decidimos abordar la temática desde una producción audiovisual: La memoria infinita. El Gringo Ramia la vio, se conmovió y dibujó estas palabras sobre el pentagrama de renglones. 

Los ojos de Augusto. Su mirada. Doble click, el reloj de arena girando, la computadora en su cabeza haciendo el esfuerzo, memoria RAM insuficiente. Los vericuetos en su mente, un hombrecito probando por diferentes caminos y chocando con una pared de arbustos. Imposible mirar el plano de arriba, como con un drone. El laberinto imposible. Intentar, intentar e intentar. Me destruye su mirada. Y a pesar de todo: la sonrisa. La sorpresa ante un recuerdo que supo ser suyo y sin embargo ya no le pertenece. Augusto sonríe. Yo lagrimeo.

Cada puntito es un recuerdo, una conversación, un beso, una anécdota, un libro leído, un abrazo con sus hijos, un segundo, de una hora, de un día, de su vida. Hay pasadizos, hay fantasmas, hay olvidos y hay pasados que se van. 

Soy Augusto Góngora, soy Augusto Góngora, repite para no olvidar. El mecanismo funciona por unos instantes pero no hay garantía de nada porque al minuto siguiente puede estar mirándose al espejo, dialogar con esa otra persona que es él, preguntarle por sus amigos, por sus hijos, por la señora que está con él, su esposa. 

La memoria infinita no es un film sobre el alzheimer, es una historia de amor. Cuenta la historia de Paula y Augusto y la forma en que atraviesan como pareja la enfermedad de él. Es dura, conmovedora, reveladora, angustiante. Te saca lágrimas y sonrisas. Abarca el espectro de la emoción de la A a la Z. “¿De qué te gustaría acordarte? ¿De tu mamá?”, pregunta Paula. “De algo de los dos”, responde él. 

Javiera Góngora, hija de Augusto, reflexiona sobre el film, su padre y el alzheimer: “Cada día de la misma persona es distinto, cada semana es distinta, cada mes es distinto. Pero imagínate lo difícil que es incorporar un diagnóstico así a tu vida. Además, una cosa es lo que pienses tú o lo que piensa tu familia y otra que te enfrentas a un medio laboral duro, muy expuesto. Te enfrentas a una sociedad que no sabe nada de Alzheimer, ni de deterioros, ni de vejeces. Es una sociedad que rechaza, porque los viejos se tienen que retirar de la vida pública. Aquí la vejez es castigada, no es incorporada y no es valorada. Tiene que haber un cambio, porque los roles de las personas que se enferman van cambiando dentro de la sociedad”. 

Las palabras de Javiera llaman a la reflexión sobre el rol de la sociedad en relación a esta enfermedad, a los que la padecen (en general personas mayores) y en aquellos que están al cuidado de los mismos. “Hay hartos aprendizajes, y la mayoría son duros. Hay muchos Alzheimer. Son distintas etapas. Lo primero, y me sirvió para traspasárselo a mis hijos y lo encuentro relevante, es que con el Alzheimer uno deja de pensar en uno. Lo único que te importa realmente es que el otro esté bien, que esté contento, que esté protegido, que esté abrigadito, que esté comido, que esté cubierto. Y después, el camino de uno de empezar a lidiar con los temores y con las angustias”, indica Javiera.

Una de las cosas más importantes a lo largo de la vida de Augusto es la lectura, sus libros. En un momento Paula le trae uno escrito por él y le lee la dedicatoria; palabras olvidadas pero vigentes: “Reconstituir la memoria siempre es un acto con sentido de futuro. Sin memoria no sabemos quiénes somos, sin memoria divagamos desconcertados, sin saber adónde ir, sin memoria no hay identidad”.

Esta película es una historia de amor, y también una historia sobre la memoria y la esencia del ser humano. Muestra cómo, desprovistos de todas las barreras que conscientemente aprendemos para sobrevivir en este mundo, igual ante nuestra vulnerabilidad somos quienes somos. Se ve en la película. Con miedo, con risa, gozando, queriendo, pidiendo ayuda.

Por Gringo Ramia para El Club de La Porota

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