Día del Orgullo Mayor
*Por Graciela Zarebsky
Ya pasó el sábado 1 de octubre, en que celebramos el Día Internacional de las Personas Mayores, aunque los festejos continuarán durante todo el mes. Es un momento oportuno para hacer un primer balance y reflexionar por qué nuestra propuesta, desde el Instituto Iberoamericano de Ciencias del Envejecimiento (InICiEn) de nombrar el 1° de Octubre como el Día del Orgullo Mayor.
Como se puede suponer, me inspiró el lema del orgullo con que las organizaciones defensoras de las diversidades sexuales instituyeron su día y está claro que ese orgullo es una reacción al desconocimiento y avasallamiento de sus derechos, en una potente reafirmación de diversidad de identidades.
Desde el comienzo percibí que trasladar la idea del orgullo, al ser mayor, podría ser contradictorio con la insistencia con que vengo teorizando e investigando acerca de un eje problemático para el proceso de envejecimiento personal: el ego, el narcisismo exacerbado, como factor de riesgo psíquico principal para un mal envejecimiento.
¿Mostrar ese orgullo podría ser leído como una expresión de soberbia, que iría en contra de lo que se busca expresar?
Consultando el diccionario de la RAE, vemos sus dos acepciones. La primera: sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida¨.
Y eso es justamente lo que vimos en las numerosas, ricas, creativas expresiones que se difundieron en alusión al día por parte de personas o grupos de mayores de diversas latitudes. También se relaciona en la definición con ¨ser motivo de orgullo para quienes nos rodean¨. Los mayores se mostraron así, como una reserva humana para la sociedad, en una época donde trastabillan tantos valores que hemos ido cultivando a lo largo de una extensa vida. Y que actúa, cual mensaje generativo, como espejo anticipado para que los jóvenes no teman llegar a la vejez. Al decir de un renombrado cuentito de Aída Bortnik: ¨Crecé tranquilo¨.
Porque no es un mensaje propio de la otra acepción del orgullo: ¨arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que suele conllevar sentimiento de superioridad¨. Cuando se vive la vejez de este modo, lleva a un mal desenlace y produce, por el contrario, una brecha intergeneracional.
Mostrar orgullo de ser mayor es eficaz frente a quienes lo rechazan – esos adultos que no establecen reciprocidad con niños ni viejos, al decir de S. de Beauvoir – y frente a una concepción que acentúa los déficits e incluso, frente a retrocesos actuales hacia la patologización de la vejez.
La pandemia puso muy en evidencia esta concepción deficitaria de la vejez, que se difundía a través de los medios e incluso desde políticas que sólo veían vulnerabilidad en ser mayor. Pero también, tanto la pandemia como este día, fue una oportunidad para hacernos ver la importancia de las actividades gerontológicas, el rol que vienen cumpliendo gerontólogos de distintas disciplinas que, a partir de las redes de apoyo que fueron generando, permitieron y estimularon a las personas mayores a seguir conectados, realizar nuevos aprendizajes, incluido el uso de las nuevas tecnologías, mostrar resiliencia. Día de orgullo también para las y los gerontólogos.
Esa expresión de que la vida nos va flexibilizando, en la medida en que las adversidades y avatares diversos a los que nos enfrenta el curso vital nos enseñó y dio la oportunidad de transformarnos, reinventándonos, es lo que se puso de manifiesto en tantas expresiones creativas y entusiastas con que personas mayores y no tanto, de diversas latitudes, se unieron a la propuesta y mostraron su orgullo de ser mayores.
No hablamos por ellos, fue la palabra de los mayores, la presencia activa, la cotidianeidad de su fuerza vital, lo que causó el impacto que buscábamos.
Este fue tan solo un primer paso para que contemos en adelante con una fecha para mostrar nuestro orgullo de ser mayor.