Gracias a la vida

Casi sin quererlo escribí en mi bitácora un desprolijo pero genuino repaso de todo lo que he vivido a lo largo de estos 65 años. Haciéndolo, descubrí que aquello que mi mente registra está muy ligado a lo que a mi corazón le ha dolido o regocijado. ¿Tantos años y sólo dos páginas de hitos?, me pregunté. A los pocos minutos reparé en que si bien no eran muchos, se trataban de hitos colmados de significados.

En este ejercicio casi diario de escribir, me di cuenta que no había entendido qué era el amor hasta que comencé a desestimar muchas de las cosas que había incorporado como “incuestionables”. No sabía lo que era el amor, hasta que comencé a enamorarme de mi vida, a entender que debía apropiármela, abrazarla, amasarla una y otra vez.

Mirar mi pasado acompañada de personas compasivas, amorosas, respetuosas y pacientes me ayudó a perderle el miedo a contactar con los demás pero, en especial, conmigo misma.

Hoy, en el ocaso del año, llego a estas páginas con un gran tesoro: mi deseo genuino de ser protagonista de mi historia. Hoy, llego a estas páginas, agradecida.

Ya no soy la Porota de pollera azul y camisa blanca que robaba suspiros en cada joven que me pretendía. Ya no soy la Porota del manzano del campo que se recostaba en sus ramas a contar hormigas. Ya no soy la Porota mamá, que sumía sus días en la organización de la casa y de los hijos. Ya no soy la Porota esposa, que acompañaba a Pompeyo a cuanta reunión había. Ya no soy la Porota que soñaba con mojar sus pies en el mar, correr desnuda por el medio de las montañas y sacarse una foto frente a la Torre Eiffel. Ya no soy la Porota “íntima” y casera que se refugiaba en la cocina y servía platos exquisitos a una mesa colmada. Ya no soy la Porota que subía las escaleras de dos en dos y competía en torneos de pelota al cesto.

Hay muchos “no soy” que me ayudaron a llegar hasta acá. Hay muchos “no soy” que edificaron mi “soy” actual. Hoy “soy” una mujer que envejece, más flexible a los cambios, más reflexiva y compasiva. Hoy “soy” una mujer que me he adaptado sin resignación a la disminución de mi rendimiento, a mis limitaciones, a los enlentecimientos. Me comprendo como un eslabón más de una cadena generacional y hallo, desde ese lugar, un espacio indelegable. Hoy “soy” una mujer que aprendió a pedir ayuda, a diversificar los apoyos y a no sobre exigir a mis hijos con demandas que no les pertenecen.

Ya no hay edad que me amedrente. Ya comprendí que la vida nos muestra lo que debemos aprender. Nos confronta con lo que no queremos ver para instarnos a cambiar de lentes e invitarnos a apreciar la belleza que nos habita, sin prejuicios.

En el ocaso del 2016 quiero dar gracias a la vida, por ser una incuestionable maestra. Por mostrarme que somos lo que amamos cuando amamos lo que somos.

¡Chin, chin, queridos amigos y amigas!

Que el próximo año nos siga encontrando envejecientes, deseantes y genuinos.

¡GRACIAS!

Los abrazo,

Porota.

Quiero aprovechar este grandioso espacio para agradecer, también, a quienes han confiado en mí y en mi proyecto: al diario Hoy Día Córdoba, a los integrantes del Club de la Porota, a quienes siguen mis posteos en Facebook e Instagram o me escriben por mail; a mis hijos, nietos, amigos, profesoros, ilustradores de las “Porotas XL” (como le decimos con Ivana a estas páginas mensuales tan coloridas) y a todas las personas que, desinteresadamente, están allí para acompañarme en este nuevo camino.

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