Graciela del Carmen Vidal, una artista de la palabra
Me gusta reunir a personas mayores. En especial con Haydee, quien asume sus derechos y obligaciones de mujer mayor con protagonismo, sin estereotipos, sin prejuicios. Haydee se reconoce una mujer vieja, ¡si!, vieja, sin eufemismos y con signos de admiración. Y en ese reconocimiento nos invita a descubrir lo potente que podemos ser las personas mayores cuando no negamos nuestra edad, cuando nos apropiamos de quienes somos por fuera del viejismo. Cuando no compramos aquellas actitudes que nos desempoderan y enajernan de quiénes somos como personas, personas que no hemos renunciado a nuestros sueños, talentos y anhelos, porque estos no entienden de edadismo, discriminación y edades. Y así, entre café, mates, libros y charla, compartimos un momento inolvidable.
En el cierre del Mes del Arte y las Vejeces, desde el Club de la Porota les presentamos a la escritora cordobesa Graciela del Carmen Vidal. Con ella hablamos de su novela “Donde terminan las aguas”. Sin embargo y a modo de primicia, les contamos que su segunda obra, “Dueña de su camino”, ya está en todas las librerías de Córdoba y del país. El próximo lunes 1° de mayo, Graciela estará presentando su libro en la Feria del Libro de Buenos Aires, en una mesa especial de escritores y escritoras de la editorial “El Emporio”.
¡A disfrutarla! Haydee y yo, ya lo hemos hecho. Ahora la compartimos con ustedes, queridos y queridas envejecientes. Gracias.
Porota.
Porota: Graciela, contanos sobre tu novela “Donde Terminan las Aguas”
Graciela: La novela nació de un viaje a Escocia. Mientras mirábamos el mar del norte, charlando con mi marido allá por 2017, me dice: “vos tenés que escribir algo de esto que tanto te apasiona, los castillos”. Cuando regresé comenzó la idea de una novela. Quedé fascinada con el castillo de Crathes. Crathes es un castillo que actualmente está bajo la órbita del gobierno de Escocia. Es hermoso, impecable. Parece que entras al siglo XVI, siglo en el que fue construido. Tomé un folleto de todo lo que tiene el castillo y cuando regresé a Argentina me propuse empezar a escribir una novela. Pero luego me pregunté: ¿cómo se puede empezar desde Escocia? ¡Con alguien que venga de Escocia a la Argentina! ¿Y cuándo? No me cierra eso en la actualidad. A mí me gusta escribir del pasado, como diría Borges, es más fácil ponerse en el pasado que escribir cosas del presente, que pueden ser más discutidas. Entonces, hallé en el río de la Plata y las invasiones inglesas una puerta para que el escocés, Edwin Pack arribe a nuestro país. Tuve que estudiar mucho. La investigación es lo que más lleva, lo que más cuesta. Cuento con la gran ayuda de mi marido a quien le encanta la historia, le encanta la literatura, entonces es un aporte invalorable. Leímos el libro sobre San Martín, de Mitre, es un libro enorme. “El Santo de la espada”, de Ricardo Rojas y después pasamos a los autores más nuevos, Galvez, con varias de sus novelas y María Sáenz Quesada, con la historia de los argentinos. O sea, toda esa parte documenta realmente la etapa, el tiempo para que no hubiera fallas cronológicas. Edwin, que es el principal protagonista de “Donde terminan…”, llegó en la segunda invasión inglesa y se quedó afincado en Argentina porque le encantó el lugar, la gente y en especial una mujer, de quien se enamora. También conoce a San Martín, y a los Escaladas. Trabajar con todo eso que es el personaje de ficción y los personajes reales conlleva mucha investigación.
Porota: Graciela, vos sos médica dermatóloga. Hace relativamente pocos años que comenzaste a dedicarte a escribir, ¿cómo se vincula la medicina con la escritura, y en ese cruce, cómo se evocan los momentos de inspiración?
Graciela: Como dice Francis Bacon, la literatura, o mejor dicho, la escritura hace al hombre (y a la mujer) preciso/a. O sea, el escribir te hace precisa. Y eso resultó fácil gracias a la medicina, porque cuando uno escribe un trabajo médico tiene que ser muy preciso. Tiene que estar bien escrito. No soy de identificar los momentos de inspiración, pero sí de darme cuenta de que en un determinado momento algo va a pasar, algo que quiebre la realidad. Cuando escribía “Donde terminan las aguas” tenía que evocar un tema fantástico y así apareció un fantasma. Algo que rompió con lo cotidiano. El fantasma llegó mientras dormía una siesta (risas).
El mayor placer para mí en la vida es viajar. Entonces eso es fantástico porque te abre la mente y te trae muchos conflictos y muchas ideas. Mi inspiración viene de viajar y de conjugar las vivencias con las películas, series y la vida cotidiana. Viajar es un alimento para la imaginación. Lo interesante es poder depositar en la escritura la inspiración de un viaje. Y que la escritura sea, como decía Bacon, precisa. Por eso la corrección en los libros es lo que más lleva. Corregir una y otra vez. No me gustan las repeticiones, o los artículos mal empleados, o los puntos donde no tienen que ir. Yo le agradezco a mi marido porque él es quien me lee y me invita a intentar la perfección.
Haydee: ¿Cómo convivir con la hoja en blanco? Digo, allí donde no sale nada.
Graciela: Me tomo mis tiempos. Ahora estoy escribiendo una tercera novela que ya va por la página 60 y pico. Y a veces pasa un mes y medio y no escribo nada. O sea, la hoja en blanco no me asusta. Por el momento me digo: “ahora voy a dejar de cocinar, de estudiar dermatología, de ver el paciente, de programar los cuentos del taller. Y me voy a sentar a escribir la novela”. Repaso lo que escribí y vuelvo a comenzar. Nunca he tenido lo que llaman “la inspiración” ni tampoco el conflicto de no escribir nada. Creo que en el ejercicio de escribir cuentos uno va dejando el temor de la hoja en blanco. ¿Por qué? Porque todos los martes está el taller de literatura en el que participo y cada semana tenemos que escribir un cuento. La idea es esforzar la mente para producir algo. Los cuentos son breves, pero en la brevedad del cuento hay un desafío muy grande, porque tiene que ser impactante.
Porota: Sos una artista, una escritora. ¿Lograste percibirlo, asumirlo, sentirlo como parte de vos?
Graciela: Al principio, cuando me decían escritora, me quedaba muy grande ese título, escritora, no llegaba a internalizarlo. Ahora lo asumo porque es una realidad. Disfruto de la escritura y me obligo a no dejar todavía la medicina. Pero disfruto de la escritura y la lectura y la literatura. Yo podría estar la vida entera hablando de literatura. Eso es fascinante para mí, es extraordinario.