¿Jugamos?

Yo juego a imaginar un mundo sin la frase “viejos son los trapos”, a vociferar los términos ¡viejo! ¡vieja! sin vergüenza, miedo y/o eufemismos.

Yo juego con mis 70, 80, 90, 110 años. Un día me bajaré del auto para comprar 100 velitas, ¡si! 100. Decoraré la torta de mi centenario con granas de colores, gallinitas de azúcar, alfajores Chammas (los cordobeses tradicionales) y las obleas Ópera, mi debilidad. En homenaje a mis ancestros y ancestras, la torta será de hojaldre y tendrá mucho, mucho dulce de leche.  

Yo juego con Playmobils de pelo blanco, varitas mágicas con forma de bastones y espadas nórdicas con luces de neón. Imagino las calles de veredas anchas que tendrán muchas sendas: una corrugada y otra para cochecitos, andadores de apoyo y sillas de ruedas. Las arrugas y las manchas de la piel serán normalizadas en el paisaje publicitario y ya no tendremos que hablar de imperfecciones. Me veo jugando a las escondidas y deseando ser vista. ¡Piedra libre para la vieja que se metió en el holograma de la dimensión tres! Hoy no me arriesgo, prefiero ignorar que soy invisible y de a poco lograr ser vista. Mi campera es amarilla flúor y mis anteojos de sol, cuadrados y azules. 

Yo juego a que podemos elegir. Elegir trabajar, estudiar, viajar, aprender, desear. Juego a inventar y reinventar el amor. Juego a que se puede barajar y dar de nuevo. 

Yo juego, y así, jugando, nació Porota, El Club de la Porota. Una comunidad de envejecientes que abrazamos la edad. ¿Te sumás? 

Porota. 

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