Reivindicar el sustantivo, reinventar los adjetivos
María Laura Perasso me invitó a prologar su segundo libro. Ya nos habíamos conocido en el 2023 cuando a mi mamá se le ocurrió que podría interesarme charlar con una de las autoras del primero: “En el patio de mi abuela Rita”. Allí descubrí que se trata de una publicación infantil donde la protagonista, una mujer mayor, no lucía como la típica viejita de los cuentos. ¿Se imaginan a la típica abuelita de los cuentos?
¡Pues claro! ¿A ver si le acierto? Rodete; pollera larga, lisa y recta; chatitas (cual pantuflas) anteojos y carita de mujer entre buena y santa.
Rita no se parece en nada a esa idea, representación, pensamiento, creencia que nos habita y que se activa de inmediato cuando pensamos en una “abuela”. Tampoco es la figura intrépida de esa vejez hiperactiva que deja el bastón para reemplazarlo por una patineta incrustada en una foto irreal con inteligencia artificial. Rita es una mujer mayor como Porota, como Nora. Una mujer mayor que logra vincularse con su nieta desde sus pasiones y elecciones cotidianas. Una mujer mayor, artesana en el cuidado de la vida que aprende a vincularse con otras generaciones a través de lo que más le gusta, las plantas. En fin, pueden leer sobre Rita en la nota que en su momento publicamos en www.elclubdelaporota.com y que titulamos “En el Patio de mi abuela Rita”.
Si bien el rol del abuelazgo suele ser algo estereotipado para significar la función de las personas mayores en una sociedad atravesada por el viejismo (actitudes discriminatorias que asumimos con y para las personas mayores o personas concebidas como viejas). Lo cierto es que, en este caso, elegimos mirar más allá. Siempre han existido las abuelas. Lo que nos cuesta integrar es el sustantivo abuela con adjetivos como activista, protagonista, potente, creativa, resiliente, apasionada, trabajadora, emprendedora, escritora, narradora, militante, voluntaria, activa, etc.
Las personas somos mucho más que los roles que creemos, hemos venido a cumplir. “¿Cómo voy a ser abuela si no tengo hijos?”, me suelen decir varias mujeres cuando en mis talleres, charlas y cursos abordamos la temática del viejismo.
Volvamos a Laura.
Comencé contándoles que voy a prologar su nuevo libro titulado “En Buenos Aires con mi abuela Rita”. Gracias a los intercambios, a las idas y vueltas, a los cafés, audios de whatsapp y demases, me enteré que su mamá Nora del Valle Suter, es quien la acompaña a las presentaciones de sus publicaciones como narradora; talento que desplegó hace unos pocos años, tras jubilarse. Todo este intríngulis para compartir con inmensa alegría que Nora se hizo fan de El Club de la Porota y de la campaña #hackeaelviejismo y, no sólo eso, sino que además escribió para nosotros sus vivencias de reinvención en una etapa de la vida en la que había creído que ya no quedaba mucho por hacer y/o aprender. Por fortuna, Nora se equivocó y, aquí estamos, compartiendo su voz. Una voz que nos habla de reinicios, aprendizajes, nuevas oportunidades y sobre todo de vínculos que trascienden las generaciones y se fortalecen gracias al encuentro. La excusa es el libro. ¡Gracias mamá por presentarme a Laura. Gracias Laura por presentarnos a tu mamá. Gracias a la trama, que nos entrama!
Por Sol Rodríguez Maiztegui
para el Club de la Porota.
YO HACKEO AL VIEJISMO … ¿Y VOS?
Me llamo Nora, soy profesora de Lengua y literatura jubilada hace ya unos cuantos años; soy bastante inquieta en todo sentido. Estaba cansada después de veintisiete años de docencia pero me gustaba mucho lo que hacía, así que, cuando llegó el momento de jubilarme, traté de reinventarme para no sentir demasiada nostalgia de mi época de actividad. Quedarme en casa no era una opción ya que las tareas domésticas o el control de las mismas, no fue, no es ni será lo mío. Más bien eso me generaba una gran frustración ¡Mi aplauso sincero para todas mis colegas “caseras”!
Di vueltas y vueltas. Empecé a dar clases particulares, lo hice durante muchos años, hasta que llegó la pandemia y me quedé sin alumnos. Pero lejos de afligirme, esta circunstancia me hizo pensar que tal vez podría innovar con alguna otra cosa que tuviera que ver con lo mío pero que no fuera dar clases; es decir, deseaba salir de “mi zona de confort”.
Mientras tanto, había agregado a todo esto actividad física que nunca había hecho, así que me inscribí en un gimnasio del barrio, y allá fui estrenando equipo deportivo y mochilita para el agua. Luego agregué un día de yoga, y desde el año pasado, dos mañanas de tai chi en la plaza a dos cuadras de mi casa. En tai chi, encontré un grupo humano maravilloso, mucha gente de mi edad que estaba en la misma onda que yo y así, me uní a los cafés todos los primeros lunes de cada mes, a las “tertulias literarias” de los segundos jueves, a escapaditas a las sierras, y yo feliz de la vida porque además de los beneficios de esta disciplina, había recuperado parte de la socialización que había perdido cuando me jubilé.
Otra de las actividades que amo, es asistir al taller de cine-debate “Los viajes de la mirada” todos los jueves en el PUAM (Programa Universitario de Adultos Mayores que impulsa la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC). Además de ver pelis en pantalla grande -que es mi debilidad-, también nació una amistad muy linda entre algunos de los asistentes con quienes desde el 2016 comparto hermosos momentos como los almuerzos post taller. También todos los años viajamos a Cosquín y a Mar del Plata, ciudad en la que se realiza el festival de cine en la Argentina. Es una obviedad decirles que además de aprender “asuntos cinéfilos”, nos divertimos muchísimo, sobre todo en “La Feliz”, la frutillita del postre, donde nos quedamos una semana como mínimo, y también paseamos, vamos a la playa y disfrutamos de todo lo que se puede hacer en tan bella ciudad.
Pero lo más importante que me pasó, fue aceptar un desafío que surgió de un proyecto de mi hija María Laura Perasso, quien junto con dos colegas biólogas escribió “En el patio de mi abuela Rita. Descubriendo juntas la biodiversidad”, un libro para niños sobre interacciones biológicas entre especies nativas. Gracias a esta publicación la empezaron a convocar de escuelas, emprendimientos y municipios de diferentes regiones de las provincias de Córdoba y Santa Fe y fue así como me comenzó a invitar a participar como narradora para sus talleres y presentaciones.
Les confieso que esa idea de narrar ya me estaba dando vueltas por la cabeza, pero no me animaba a concretar, tal vez porque soy un poquito tímida, solo un poco ¿eh?
Me encantó la propuesta y me crucé a hablar con mi vecina de enfrente, María Eugenia Laguinge, especialista y coordinadora del taller de narración oral “Vivir… Cuenta”, me sugirió que probara un mes a ver si me gustaba realmente esa actividad, si me sentía cómoda, y así lo hice. Comencé a asistir a su taller, al mes ya estaba enamorada y me animé a contar mi primer cuento en público en la Feria del Libro; tenía que ser con temática de Córdoba y elegí un cuento sobre fantasmas muy “famosos” de la Cañada. Me sentí feliz. Había encontrado lo que buscaba y desde esa vez no paré de acompañar a mi hija en sus presentaciones y talleres y de participar en el hermoso grupo que coordina Eugenia.
Ahora me estoy animando también a otras tareas, como la corrección literaria, ya que María Laura está en pleno proceso de edición de su próximo libro: “En Buenos Aires con mi abuela Rita. La naturaleza nos sorprende en la ciudad”.
De este modo “estoy hackeando al viejismo”, con sueños, desafíos, nuevas metas y con todo lo que puede hacerme feliz. Y por esa razón invito a todas las personas mayores que lean esta nota a no quedarse de brazos cruzados, a hacer cosas innovadoras, a viajar a donde se pueda, a animarse a emprender proyectos y a hacer actividades que nunca han hecho y que no creían que pudieran hacer.
Nora del Valle Suter, Narradora del grupo “Vivir…Cuenta”
Córdoba, 2024
Experiencia intergeneracional
Compartir esta instancia con Nora (mi mamá) es una interesante y novedosa experiencia intergeneracional que estamos desarrollando desde mediados del 2023.
Ella me viene acompañando en dos ejes importantes de la escritura y difusión de los libros que hemos publicado (o están en edición), así como de las ideas que se ponen sobre la mesa acerca de tantos asuntos que nos interpelan: conservación de la biodiversidad, saberes de nuestros abuelos/as, miradas no estereotipadas de las vejeces, crianza respetuosa, cómo disfrutar de la naturaleza y de vínculos sanos sin pantallas…
A partir de mis recurrentes invitaciones (a veces tuve que insistirle un poco) se empezó a copar con la mayoría de las propuestas que le iba formulando acerca de nuestros libros.
Digo nuestros libros, porque, la verdad, en los últimos dos años Nora es una de las personas que más entusiasmo le pone a este proyecto de poder unir Literatura con Biodiversidad, incluyendo además su colaboración en la revisión de la segunda edición de “En el patio de mi abuela Rita”.
Es interesante la experiencia de trabajar juntas: la retroalimentación que se realiza desde que le comparto algún texto para un futuro libro y ella hace sus apreciaciones, precisas y detalladas, o cuando a partir de una idea que le paso, ella elabora un bello boceto que luego pasa a las ilustradoras para que le den la forma final en un libro.
Con sus valores, experiencia e intuición, me quedo tranquila de que las decisiones que tomamos, en todos los planos que mencioné, son las correctas.
María Laura Perasso