Yo, cuando sea viejo, voy a…
A veces no hace falta decir grandes cosas, pensar majestuosas reflexiones ¡Qué difícil es escribir como Salzano y como el Gringo Ramia! Ellos hacen que parezca fácil describir lo sencillo, dejar a la vista la belleza de lo cotidiano. Si en definitiva Porota, la vida es eso, poder recuperar su simpleza. Cerrar los ojos y darnos cuenta que lo que anhelamos siempre estuvo ahí, siempre. Pequeños grandes momentos que se impregnaron en nuestras historias y que hoy, en la vejez viruela, nos permiten narrarnos. El Gringo nos trae a Salzano. Con Salzano llegan las preguntas y con las preguntas el viejo, la vieja, que somos o aspiramos ser. Gracias.
Porota.
¿Te acordás? Siempre decía: yo, cuando sea viejo, y largaba una catarata de bla bla blases que ni te cuento. Decí que siempre lo decía y nunca lo escribía, como ahora, porque sino mi señorita Mercedes me hubiera dicho “el burro por delante”. Extraño a mi señorita Mercedes. Sí, así como lo leés “mi señorita”, era de todos pero era mía. Mercedes, la del primer grado, la que nos enseñó a leer y a escribir, a sumar y a restar. Todo lo que vino después era una papa. Igual que con el rock: los Beatles inventaron todo y los que siguieron la tuvieron fácil.
Yo, cuando sea viejo, decía. Y ya estoy acá, medio viejo, digo medio porque ando medio tuerto. Yo quería ser viejo para sentarme en este bar a tomar un café a la mañana, ponerme mis pantalones de pana, las alpargatas Topper, una camisa a cuadros mangas cortas, como usaba mi papá y hablar con otros parroquianos. Yo quería ser viejo para mirar las cosas con nostalgia, para buscar una ciudad que ya no está, demolida por jóvenes insolentes. Yo quería ser viejo para escribir textos como Salzano / y usar las barras inclinadas / como la Torre de Pizza y pasar por la pizzería San Luis y que me dijeran: ¿lo mismo de siempre, Don? Y escuchar a los maestros pizzeros gritar “¡dos de queso” y sentarme en una silla de caño, con mis porciones y mi vaso de Sprite y levantar el cuello y ver ese televisor colgado y mirar un partido de fútbol y codear a todos los comensales y habla de jugadores que ya no están y decir cosas como: yo vi jugar al padre de éste e inventar jugadas y goles y volver a mi casa y escribir como Salzano.
¿Para qué querés escribir como Salzano? Porque sí. Mirá, escuchá y si te animás, leé en voz alta, como si tuvieras a los chicos y chicas de séptimo grado al frente y te estuviera mirando la Eliana o la Julia:
“¿A veces percibe en la frente las caricias de su madre? ¿Escucha cómo pronuncia su nombre? ¿Ha dejado de presentir a Dios? ¿Imaginó alguna vez que la vida cabría en una foto? ¿Teme haberse confundido de ciudad? ¿De país? ¿Está viviendo de rayita en rayita como el segundero de un reloj? ¿Cuánto hace que nota que la casa está un poco vacía? ¿Ya no sale a beber con los leones por la noche? ¿Levanta el auricular, cuelga, lo vuelve a levantar, lo deja suspendido del cable mientras gorra? ¿Percibe la velocidad del agua al afeitarse? ¿Voy tirando, contesta, cada vez que le preguntan cómo está? ¿Busca un cigarrillo y encuentra una costilla? ¿Sabe que para ver a la Gioconda no es necesario ir al Louvre? ¿Cierra los ojos y arde la ciudad? ¿Cuánto lleva sin anotar en la agenda un nombre de mujer? Una rosa blanca, una rosa roja, tres mariposas, un mosquito ¿está dormido o está despierto? ¿Dónde ha estacionado el auto? ¿Mira la tele con los ojos cerrados porque conoce el final de todas las películas? ¿Por qué le tiembla tanto el pulso? ¿Qué le provoca entrar al museo y toparse con la propiamente dicha cuna de campeones? ¿Llueve, abre la boca y se le moja el alma? ¿Porque ya nadie viene al centro? ¿Le cae pesado el parmesano? “Oh mi amor, vuelve a mí, aquí, entre la gente que resiste” ¿este verso es suyo? ¿Cuándo va a escribir la historia del chico que se fue de su casa siguiendo la flauta de un afilador de cuchillos? ¿Se va a morir sin tener una novia que se llame Mimí? ¿De quién es ese concierto en Re para violín que suena por la radio? ¿Cuánto aguanta con el puño levantado? ¿Y con el puño cerrado? ¿Qué le parece este epitafio: “Aquí yace un hombre que chocó en los autitos del Hollywood Park”? ¿Ha dejado de ser bueno para el canto, el rifle, el amor y la comida? ¿El 75, los besos, o el 77, los puñales? ¿A veces dice cosas como que resulta totalmente inexplicable que los jóvenes no sepan quién fue Osvaldo Pugliese? ¿Cada vez se va más hacia adentro? ¿Es capaz de quemar un billete de diez pesos? ¿Verdaderamente le avergüenza que la voz se le estrangule en la garganta? ¿Piensa mucho antes de afirmar que las flores carecen de futuro? ¿A veces se le da la loca, apaga todas las luces de la casa y sale a buscarla por la calle que lleva su nombre desde que usted se la puso?
¿Qué es lo que hace cuando está escribiendo en un bar y un tipo le dice al otro de qué se la tira el viejo ese?
Usted es ese viejo.
Y no consigue responder ninguna pregunta todavía”.
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Ese te gustó. Ya lo sé. ¿Que cómo se llama? “Test para la tercera edad del Dr.Salzano”. Y no, no te lo leo porque ya estemos viejos. O sí. Viste que coso.
Me gusta cómo escribe Salzano. Y conjugo los verbos en presente porque la escritura no muere, porque los que escriben bien siguen haciendo lo que saben: cuentan cosas y usan palabras simples como casa, bicicleta, pelota, fulbo, amor y otras palabras que se leen en cordobés, estirando las vocales como un chicle Bazooka: boooombucha, cachiiiivache, crioooollitos, milaaanesa, cuuuliado. Me gusta la forma en la que le decimos a los hombres y mujeres: guasos y minas. Me gusta cómo hablamos. Estoy embalado y ahora quiero nombrar los lugares donde fui feliz: Escuela Leooopoldo Luuugones, del barrio Poeta Luuugones. Dos calles: César Caaarrizo y Esteban Piaaacenza. También fui feliz en Barrio Aaaalberdi y en otros lugares donde no puedo meter tanta tonada: Las Flores, Ciudad Universitaria, Maipú.
Ahora estoy acá. Viejo y soñador. O viejo soñador. Parecido pero no es lo mismo. Mis sueños siguen intactos: meter un gol en la canchita de mi cuadra, comprar un cuarto de criollos calentitos a la salida de la escuela, tocar la guitarra, abrazar a Maradona, darle un beso a la chica que me gusta, caminar mi ciudad como turista, despacito, sin apuro, mirando los edificios, los locales comerciales, meter las patas en el Suquía, como cuando era chico, ir a la cancha con mi hijo, abrazar su brazo, dejarme llevar, subir a la tribuna, cerrar los ojos y mojarme con una lluvia de papelitos.
Yo, cuando sea viejo, quiero escribir como los guasos y las minas que leí durante toda mi vida.
—¿Como Salzano? ¡Copionazo!
—¡Espejito rebotador, todo lo que digas será para vos!
—No perdés las mañas, vos, ¿eh?
—Los años no vienen solos.
—Yo, cuando sea viejo, quiero ser como vos.
—Gracias. Yo también.
Del Gringo Ramia para El Club de la Porota