Me encontré conmigo después de los 70
Soy Elda, tengo 87 años, pero siento que me encontré conmigo, con la verdadera Elda, después de los 70. Porque fue a partir de ahí que tuve tiempo para pensar y descubrir otras cosas que me gustaban. Tuve la dicha de vivir un gran amor con Osvaldo. Nos conocimos a mis 14 y él a sus 22. Luego nos reencontramos cuando yo ya tenía 27 años, un hijo pequeño Néstor y la experiencia de un primer matrimonio muy poco feliz.
Juntos construimos un nuevo hogar y la llegada de nuestra hija Graciela. Fueron 54 años de respeto y amor incondicional. Como todo matrimonio padecimos crisis económicas pero era en esos momentos donde más nos unimos. Cuando mis hijos eran adolescentes y más independientes pude estudiar planificación y diseño de jardines, jardinería, plantas de interiores y bonsái en el instituto, donde también conocí a mi querida amiga Alicia, presente en mi vida hasta el día de hoy. Luego para tener otra mirada estudié en el Instituto Columbia parques y jardines, balcones y terrazas y la técnica de collage vegetal, pero entonces trabajaba y los tiempos para dedicarme eran otros.
Mi esposo Osvaldo y yo tuvimos durante 20 años un puesto de diarios. Al dejar de trabajar empezamos a ir a un centro de jubilados y fue ahí que llegó una invitación para participar de talleres en el Espacio Cultural Nuestros hijos de las Madres de Plaza de Mayo. Yo me anoté en artes visuales, dibujo y pintura, poesía y narración oral. Osvaldo hizo percusión, artes visuales, máscaras, títeres y musicoterapia. Para mi no era la primera experiencia en talleres porque ya me había animado con un taller de literatura y teatro, aunque debo reconocer que en teatro no estuve mucho porque me daba vergüenza.
El taller de literatura, podría decir, fue un antes y un después en mi vida. Comencé a escribir poesía. Me sorprendí con mis producciones, hasta escribí un libro en 2016 estimulada por mis profesoras y por mi esposo Osvaldo, que ya había fallecido pero que siempre me incentivó mucho y era su deseo que publicara mis poesías. La escritura es hasta el día de hoy un espacio de expresión muy importante para mi. Un espacio donde puedo volcar mis pensamientos, mis vivencias y pareceres. Me gusta estar muy informada para también reflexionar y escribir sobre la actualidad. En paralelo, la pintura también ha tomado un lugar muy importante en mi vida. Un camino que comenzó con mi profesora de dibujo y que luego pude profundizar en talleres de pintura y collage. Hoy elijo la acuarela porque siento que es etérea, sutil, maleable y me permite jugar. Me animé a experimentar con otras técnicas en acuarela, y me sumé a un curso de velos en papel seco, ¡por Zoom! En esta época de pandemia me encontré, afortunadamente, práctica con el celular y en el manejo de la computadora.
Mi hija Graciela y Julián, mi nieto menor, me explican muy bien y con paciencia hace unos años me enseñaron a manejarme con WhatsApp. Osvaldo y yo tuvimos nuestra primera computadora con el Plan MI PC Argenta. Néstor, mi hijo mayor nos enseñó a usarla. Nos reíamos con Osvaldo, él se “especializó” en la impresora, y entonces yo me relajé con eso. Gracias a esto, durante el tiempo de pandemia pude continuar con mis talleres de Narración, Teatro, Arte, Reciclado y estar en contacto con mis nietos, mis amigas y los grupos de WhatsApp, por donde también intercambiamos poesías y cuentos. Además busco en internet el trabajo de acuarelistas, fotos de flores y veo videos en YouTube sobre plantas ¡mi otra pasión! Nunca pensé que podría conectarme con personas de otros países tan apasionados como yo con las plantas. Conocí a Hernán, un chico argentino radicado en España que se dedica al cultivo de orquídeas ¡Una maravilla conversar y compartir con él! Tenemos una amistad que lleva varios años.
Con la computadora tengo también momentos de juego. Disfruto mucho jugando al solitario en todas sus variantes, tengo buen ranking y me gusta que cada vez sean más complejos. Como vivo sola, cocino y me ocupo de algunas cosas de la casa. Con tareas más pesadas tengo ayuda una vez por semana. Mi hija se ocupa de las compras y de trámites importantes y además me apoya en todo lo que hago. Mis nietos son una bendición. Verlos, almorzar juntos, que me dediquen parte de su tiempo, es una caricia al alma.
Siempre les hablo del amor que viví con su abuelo y les cuento anécdotas de nuestra vida. Les cuento de mi infancia, de la responsabilidad en el trabajo que me enseñó mi padre transmitiéndome el oficio de aparadora de calzado y lo que significó trabajar desde muy chica. Les transmito mi amor por las plantas, tanto que ahora que viven solos tienen las suyas en sus balcones y me consultan cuando ven algún problema. Eso me da mucha satisfacción, especialmente porque quiere decir que las miran, que están atentos y las cuidan. En nuestras charlas compartimos ideas y les cuento, momentos y anécdotas que hemos vivido en nuestro país y como siempre hemos salido adelante.
Hay algo que me ha acompañado a lo largo de toda mi vida y es que siempre que empiezo algo nuevo pienso “¿podré hacerlo?” y a pesar del temor empiezo y sigo.
Elda Vernieri de Bricola, 87 años, CABA