Abuelazgo, invierno y vacaciones
Por unos días todo parece estancarse en el tiempo. Lo que para algunos puede representar un momento de ocio y descanso, para otros puede ser un largo peregrinar hasta la segunda etapa hábil del año. Me estoy refiriendo a las benditas vacaciones de invierno. Siguiendo de cerca el calendario escolar, los espacios de actividades socioculturales y recreativas para personas mayores cierran sus puertas por quince días. Para algunos es una buena excusa, para otros es como sumirse en un mar de minutos eternos donde el tiempo parece haberse quedado dormido. Caprichos del destino o del orden esperado de las cosas. Lo cierto es que descubrirnos sin agenda requiere de mucha imaginación y energía. Y no solo para nosotras las personas mayores, sino también para las familias con niños en edad escolar que, de repente, ven su rutina diezmada.
Por un lado… ¿qué hago con tanto tiempo?, por el otro, ¡qué hago con tanto niño!
Personalmente, las vacaciones de julio me invitan a pensarme niña. Con la excusa de que mis nietos están de receso planeo las más diversas opciones para disfrutar junto a ellos. Sin embargo, para otros, el parate invernal resulta una verdadera piedra en el zapato que viene a mostrarnos la adicción al movimiento constante del que somos presos. Apreciar la no rutina, sus cadencias y ritmos así como aquello que nos viene a decir al oído, suele ser una virtud de pocos. O por lo menos, de la boca para afuera. Pareciera que cada vez que hablamos debiéramos cumplir con la máxima de decir qué hacemos y lo temprano que nos levantamos. Confesar que remoloneamos en la cama hasta las 11:00 un martes y que, además, dormimos siesta o nos quedamos todo el día en casa viendo nuestra serie favorita no entra en el radar de posibles temas de conversación pasajera.
Por suerte, hace un par de años que ya no me pesan esas verdades. Por el contrario las disfruto y usufructo sin pudor. Mi permanente estado de soledad se ha convertido en un aliado que me ha permitido aprender a estar conmigo misma y disfrutarlo. Por eso, las vacaciones de julio son tan esperadas. Con Santi ya pensamos un sin fin de cosas para hacer, esta vez no sólo con él sino también con Bianca, su hermanita. Las abuelas y abuelos conectados con sus nietos y nietas, solemos ser grandes contribuyentes a la organización familiar de aquellos padres que no tienen vacaciones.
Los bolsos ya están listos. Los niños súper entusiasmados. Y la lista de posibles programas pegada en la heladera. Les regalo apenas algunas sugerencias. Porque seguro que en la sección de “Espectáculos” del Hoy Día Córdoba encontrarán otras tantas igual de lindas y tentadoras. Aprovecho para pedirles que si gustan, compartan sus actividades junto a sus nietos y nietas en las redes de Porota Vida ya sea comentando o enviando fotos. Deseo que las disfruten y que, solos o acompañados, tengan la posibilidad de invernar; salirse de la rutina y apreciar, con la incertidumbre a flor de piel, la belleza de las pequeñas cosas que día a día nos rodean y abrazan. Y si no hay niños reales cerca… ¡no importa! los programas de julio siempre son una buena excusa para invitar a nuestro niño interior a pasear un rato:
– “Abuela, ¡yo anoto!”, dijo Santi.
• Juntar hojas y ramitas secas para hacer el collage que nos pidió la seño Ampi.
• Preparar sándwiches de salame y queso para hacer un picnic en el parque.
• Viajar en colectivo mucho, mucho tiempo.
• Visitar el Cabildo, la Catedral y la Plaza San Martín. ¡Darle de comer a las palomas!
• Jugar con Bianca y la abuela a la veterinaria.
• Disfrazar a la abuela y jugar a los exploradores.
• Preparar pizza casera y hacer cine en la cama.
• Revisar el baúl de las cosas secretas de la abuela.
• Visitar a mamá y a papá en el trabajo.
• Pasear por la Feria del Libro y buscar el cuento del Topito Birolo que tanto me gusta.