El arte de observar: la vida detrás de los números

Un observatorio es un centro desde el cual se investigan, analizan y registran objetos, eventos y situaciones de carácter natural, astronómico o social. Y El Club de la Porota crece tanto que hemos creado nuestro propio Observatorio. Y me atrevo a usar la mayúscula porque el logro es importantísimo. 

Juan Carlos Sabogal, la más reciente incorporación del club, además de hacer las mejores arepas de Córdoba, es un analista, un agudo observador de la realidad y confeccionó una serie de datos relacionados a las vejeces que son impactantes. Le pedimos que le pusiera un poco de calor a los fríos números, que las palabras inviten a bailar a las cifras y que nos ayude a entender de qué se tratan todas estas estadísticas. 

Juan Carlos hizo una seña, nos invitó a sentarnos y nos contó una historia:

¿Te has preguntado alguna vez cómo es envejecer en un mundo cada vez más digital? ¿Cómo se sienten las personas mayores cuando ven a personas más jóvenes manejando con soltura dispositivos, que para algunas resultan ser un misterio? ¿Qué significa para ellos la brecha digital y cómo podemos juntos superarla? Era una mañana tranquila en la ciudad de Córdoba, cuando José, un hombre de 72 años, se dio cuenta de que algo importante faltaba en su vida. Aunque estaba rodeado afectivamente de sus hijos y nietos, se sentía, en ocasiones, desconectado del mundo moderno que giraba a su alrededor. Como muchos otros y otras en su generación, no había tenido la oportunidad de aprender a usar la tecnología que parecía ser omnipresente en la vida cotidiana y cada vez más digital.

José no estaba solo. En América Latina y el Caribe, la CEPAL había registrado que en 2022 había 88,6 millones de personas mayores de 60 años, representando el 13,4% de la población. En Argentina, según el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, el 16,2% de la población tenía 60 años o más, y en Córdoba, ese porcentaje subía al 17,1%.

La Organización de las Naciones Unidas ya había declarado que el acceso a Internet era un derecho universal, esencial para el desarrollo. Sin embargo, la Unión Internacional de Telecomunicaciones informó que 2.600 millones de personas en el mundo aún no están conectadas a la red, y que este problema era especialmente grave en los países considerados en vía de desarrollo. En Argentina, solo el 40% de las personas mayores de 65 años usan Internet y solo el 19% tiene acceso a una computadora.

Para José, la falta de conexión no solo significaba estar fuera del mundo digital, sino también enfrentarse a la soledad. Aunque su familia lo visitaba regularmente, sentía que no podía participar plenamente en sus vidas tecnológicas. La Fundación Navarro Viola, en una investigación desarrollada en 2014, señaló que el 18% de las personas mayores experimentaban una sensación de soledad y aislamiento, un problema que no solo era social sino profundamente emocional.

El desafío de la brecha digital también tenía una dimensión de género. Marta, vecina de José, había dedicado gran parte de su vida al cuidado de sus padres, personas mayores y no había accedido a una jubilación. Según estudios, este trabajo de cuidado, predominantemente realizado por mujeres, no era reconocido y podía llevar a diversas formas de agotamiento emocional y pérdida de oportunidades personales y profesionales (Murgieri, 2016).

La historia de José y Marta refleja una realidad que afecta a millones de personas mayores. Sin embargo, la solución podría estar a la vuelta de la esquina. Imaginemos políticas que promuevan una “Canasta Básica Digital” (CEPAL) que incluya dispositivos asequibles y programas de capacitación específicamente diseñados para las personas mayores. Esta canasta no solo proporcionaría las herramientas necesarias para conectarse al mundo digital, sino que también ofrecería formación para superar la inseguridad y el miedo a la tecnología.

José sueña con el día en que pueda hacer videollamadas con sus nietos, leer las noticias en línea y participar en foros de discusión con otras personas de su edad. Marta espera poder utilizar aplicaciones que faciliten su vida diaria y le permitan encontrar apoyo en otras mujeres que, como ella, han dedicado su vida al cuidado de los y las demás.

Cerrando la brecha digital, no solo mejoraríamos la calidad de vida de nuestras personas mayores, sino que también fortaleceríamos las redes y el tejido social, prestando atención a la soledad no deseada y reconociendo el valioso trabajo de cuidado. Con políticas que promuevan una “Canasta Básica Digital para personas mayores”, estaríamos dando un paso crucial hacia un presente y un futuro más inclusivo y conectado para todos y todas.

En algunas latitudes existen políticas que atienden esta creciente demanda de la población envejeciente. En la ciudad de Córdoba, la batuta la tiene el Laboratorio de Innovación Pública y Social “Corlab”, que viene trabajando desde hace un par de años sobre esta temática con los talleres “Menos Brecha Más Comunidad”. En otro orden, hasta el año pasado, estaba vigente el programa “Conectores” que impulsó la Agencia de Conectividad de la Provincia de Córdoba y que tenía como objetivo formar a alfabetizadores digitales comunitarios. ¿Conoces alguna otra experiencia local, provincial y/o nacional que desees visibilizar? 


*Por Juan Carlos Sabogal Carmona,
Licenciado y magíster en Trabajo Social, Doctor en Antropología. Especial para el Club de la Porota.

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