Julio, mes de la amistad en el Club de la Porota

¡Comienza julio y con este mes la excusa perfecta para pensarnos como amigos, amigas!

Sí, para pensarnos quiénes somos y cómo somos cuando estamos con “esas” otras personas con las que reímos, lloramos, compartimos minutos, horas, momentos de la vida diaria. 

Confieso que durante el 2020 y el 2021 si no hubiese sido por mis amigos y amigas ¡puf! sobrellevar el aislamiento… ¡qué difícil! Y si bien, en mi caso, la familia también estuvo, lo cierto es que la compañía de Rosa, mi vecina, fue imprescindible, necesaria y hasta les diría ¡salvadora! 

Con Rosa compartimos el patio interno, así que de ventana a ventana cada mañana se escuchaban nuestros gritos: ¡buen día Rosa!, ¡buen día Porota! Nos habíamos turnado para cocinar. Un día ella, un día yo. Los tupper, sellados con film fueron manipulados con la asepsia de una cirugía. Lloramos de la risa cada vez que recordamos la paranoia de la desinfección. Lo cierto es que habíamos gestado una rutina a la que luego, muchos se sumaron. En el edificio somos casi todos mayores. Flor y Matías son una pareja de treintañeros que se mudaron un mes antes de la pandemia. ¡Su presencia fue nuestra bendición! 

  • “Flor, traeme un maple de huevos”. 
  • “Matías, hijo, si vas a la farmacia ¿me comprás geniol?”. 
  • Chicos, no tengo queso. ¿Me prestan? 

Por supuesto que estas diligencias fueron temporales, en cuanto pudimos, cazamos barbijos y con la excusa de “cuidar a mi pobre vecina, ayudar al ´viejito´de al lado” (ji, ji, ji) armamos un sistema de salidas para que cada uno, por lo menos una vez a la semana, pudiese salir a estirar las piernas y ver el sol. 

Flor y Matías tuvieron a Octavio hace tres meses. Ambos son del interior por eso el edificio entero se ha transformado en su red de ayuda, sostén y contención. Una vez al día cuidamos al bebé para que vayan al gimnasio o a merendar tranquilos. A diario circula comida de la más variada. Yo soy de los bizcochuelos dulces y Rosa de lo salado. A Tito, un cuarentón recién divorciado, le encantan las conservas. Se la pasa haciendo escabeches o aceitunas con morrón embebidas en ajo. En tanto Mari prefiere preparar licores y si bien no todos son avezados en la cocina, lo que siempre abunda es la buena vecindad. 

Ya estamos más salidores ¡obvio! y muchos hemos recuperado algo de la rutina del 2019. Sin embargo, es alivianador saber que contamos con otros/as para compartir estas historias mínimas, estos momentos pasajeros, la vida misma. 

La invitación para este mes es a que nos animemos a recuperar la confianza en los demás. A que podamos salir de nuestras corazas y posibilitar el encuentro. A generar nuevas amistades ¿por qué no diversas e intergeneracionales?, a llamar a ese amigo/a querido de quien hace mucho no sabes nada. A escuchar sin juicios. A compartir sin medidas. A recordar a los que ya no están.

¿Te animás?

Porota

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