La cara luminosa de la vejez

María Cristina Galiano vive una vida soñada a los 76 años. Sus palabras son reveladoras y gratificantes. Nos hablan de una vida envejeciente, como ella dice, plena y soñada por todos los que corremos tras la vida misma. Su testimonio en primera persona tira por tierra los estereotipos y prejuicios. Y nos muestra la cara luminosa de la vejez.

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Cuando alguien me pregunta qué se siente ser adulto mayor, pienso que es la época más apacible y gratificante de mi vida. No tengo horarios ni obligaciones, puedo prestar atención al canto de los pájaros y al color de las hojas de los árboles según el paso de las estaciones.

Me reúno con mis seres queridos y mis amigas en cualquier momento y estallamos de risa o murmuramos secretos. De mi familia recibo cuidados y mimos, que yo retribuyo de la misma manera, sobre todo cocinando sus comidas preferidas con mucho amor.

Leo mucho dejando volar mi imaginación y viviendo la vida de otros. Viajo más seguido conociendo nuevos paisajes y costumbres.

Cuido mis plantas y cuando hundo mis manos en la tierra húmeda, siento el poder de la naturaleza que me devuelve mi pequeño esfuerzo en color y fragancia.

Realizo pequeños actos solidarios, visito o hablo por teléfono con alguien que se siente solo, contribuyo con algunas donaciones para personas que lo necesitan porque siempre el dar me alegra el alma.

Practico natación y es algo que toda mi piel celebra con gozo es sumergirme en el agua de la piscina y mientras nado. Y ahí dejo vagar mis pensamientos y sentirme flotando en el útero de mi madre bien protegida, o de pronto en un arrecife de coral observando peces de colores.

Es placentera esta edad donde la experiencia de los años me permite tener más paciencia y transmitir mis saberes. Callar cuando es necesario, decir una palabra cuando alguien la necesita, “prestar la oreja” cuando alguien quiere hablar y sobre todo alegrarme de poder disfrutarla a pesar de algunos achaques y momentos no tan gratos.

La vida merece ser vivida con intensidad cada día porque es un regalo de Dios que debemos agradecer de esa forma.

Maria Cristina Galiano, 76 años. Leones, provincia de Córdoba

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