La palabra, el tiempo y los deseos ¡Chau 2017!

¿Cómo despedirte 2017?

 

Uno más que se va, ya llevo 65 años despidiendo años. El tiempo parece achicarse a medida que transcurre mientras en la sección de “autoayuda” miles de gurúes intentan darnos consejos de cómo recuperarlo.

 

¿Recuperar el tiempo? Si algo me han enseñado estas canas es que el tiempo no se recupera, se disfruta, se aprecia, se transita, se pierde pero ¡no se recupera! Lo que pasó, pasó y solo las palabras que nombran eso que pasó lo retienen cuán instante en una foto. Y la palabra es la que graba a fuego eso que creemos que fue.

 

Por eso la palabra es tan poderosa. Porque ordena o desordena. Porque arma o desarma. Porque equilibra o enloquece. Y más en el abismo del año, cuando todo parece acelerarse. Cuando todos parecemos apurados deseando llegar primeros. ¿Llegar a dónde? No sé… pero apurados al fin.

 

Cadena de deseos

El tiempo se imprime en las experiencias que atraviesan el alma, el corazón y el espíritu de las personas. No importa cuán alegres, amorosas, trágicas o violentas sean esas experiencias, allí quedan, a la luz o a la sombra, tras habernos tallado en algún lugar de nuestra humanidad. Y en este balance de energía en el que estoy sumida, con el diciembre a cuestas, te propongo que continuemos esa cadena de deseos sin tiempo que muchas personas invisibles impulsan a pesar de la abundancia de palabras que llaman al desaliento y al desamor. Una cadena sencilla, que le haga saber a esa otra persona, cercana, lejana, extraña… que por un ratito, por un instante, pensamos en ella.Una cadena que no esté mediada por el teléfono, la selfie o la foto. Sino por ese momento que quedará sólo para nosotros, albergado en algún lugar de nuestra intimidad. Como cuando el colectivero se detiene a esperarme. Como cuando el portero levanta la cabeza y me saluda. Como cuando el señor me abre la puerta. Como cuando la mujer me cede el asiento. Como cuando la maestra me da la bienvenida. Como cuando me dicen “gracias” con la mirada. O como cuando yo decido silenciar la palabra que hiere y respetar a quien piensa distinto.

 

Gracias a vos que me acompañaste, a vos que me interpelaste, a vos que te sumaste e hiciste eco de las palabras que abrazan la edad, que peinan canas, que dibujan arrugas. A vos que comprendiste que “viejos somos todos”. A vos que asumiste que el proceso de envejecimiento es inherente a la vida. ¡Gracias! porque ahora sosquien multiplicará desde el respeto, el amor y el aprecio, esta mirada que promueve -sin guerras, sin luchas, sin fanatismos- la posibilidad de mirar la vida tal cual es. Así, ¡sí! así. Despojada de los prejuicios y estereotipos, bella en todas sus manifestaciones. Perfecta hasta en el más profundo de los desasosiegos, esperando, siempre esperando a que la abracemos, porque en ese abrazo está el aprecio que nos debemos. Sentirnos colmados por el presente depende de uno, todo lo demás es cultura, es el tiempo sin tiempo que solo existe cuando corremos detrás de la perenne insatisfacción.

 

Nos reencontramos en febrero ¿sí?

¡Hasta pronto!

Porota

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Mi regalo para este cierre de año

Tengo una entrañable amiga que se llama Nilse Pelliza y, además de muchas otras cosas, es poeta. Hace pocos días sus hermosas poesías fueron publicadas en una antología denominada “Letras argentinas de hoy 2017” de la editorial De los cuatro vientos. Para cerrar este especio en mi querido diario “Hoy Día Córdoba” quiero despedirme regalándoles uno de sus versos y rendirle así mi más sincero y humilde homenaje. Nilse es una mujer que supo transformar el dolor y la tristeza en palabras que sanan, abrigan y construyen un presente desde la paz. ¡Gracias!

 

La palabra

Enhebrada, sonora, silenciosa,
nacerá de las bocas estremecida,
cualaguas corrientes cristalinas
horadando la piel de la montaña
en voces convertida
horadara la piel, el alma, la vida, penetrar en ellas
sin temor ni huida.
Cuajar pensamientos si te anidan
compartir bagajes de tu estima.

(Nilse Norma Pelliza)

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