La piel no se jubila
Cristina Loza, nuestra gran amiga, nos comparte este poema de su autoría en el que, con su talentosa pluma, describe ese momento en el que nos miramos en el espejo y pensamos en todo lo que hemos sido y somos. Elegimos compartirlo con ustedes, ya que refleja una mirada de esa vejez desde el presente. ¡Gracias, Cristina por siempre tenernos en cuenta!
En casa vive una vieja
que no soy yo.
Baja los escalones
de uno en uno
aferrada con esfuerzo
a la baranda, se agita,
y riega las plantas, y
murmura cosas que ha hecho
o que no ha hecho, durante el dia
que parece tan ajeno.
A veces, con la musica
que le gusta, una vieja melodia
que habla de playas, de risa y de
juventud lejana, se mira en el espejo,
desnuda, y en fondo de sus ojos,
aparezco.
Respira hondo, estira el cuerpo, los brazos suben
y se cruzan tras la nuca,
brilla el recuerdo de la piel
nueva, y un aire sensual en
movimiento.
Recordar es sencillo; el parque sombrío
la luna esquiva, el frío y la soledad afuera.
El auto con el motor apagado
y aquella lengua viva y loca, y el temblor, el espasmo, que viaja entre siglos,
y el tiempo detenido tras los vidrios empañados.
Y vienen…una cama, susurros, juramentos, jadeos y palabras
tatuadas en el viento.
Hasta los muertos vuelven, se mueven
y se acuestan con ella.
Y conmigo.
Ella murmura nombres, a veces reza.
Y yo me duermo.