Periodista de la vejez
Mi padre soñó con muchas cosas que no pudo concretar, entre esas, la de ser periodista y perderse en las tardes del radioteatro, del fútbol y las noticias de actualidad. En un ropero dormía la Olivetti Lexikon 80 que alguna vez le entregaron como forma de pago. Recién cuando murió, toda arrumbada, cambió de destino. Guardadas quedaron sus historias en cursiva y lápiz negro. De viejo destinó tardes enteras a los comentarios más diversos de la realidad, dibujando en papel, las soluciones que anhelaba para mejorar lo que le dolía de nuestro país.
Hoy en Argentina conmemoramos el Día del Periodista. Desde hace tiempo que en esta fecha recibo un montón de saludos. Al principio me incomodaron, pero luego los agradecí. Si bien publicar mis historias de mujer envejeciente en un diario y en las redes sociales no es mérito suficiente, el texto de uno de los saludos me hizo tomar conciencia y dimensión de mis palabras: “Gracias, Porota porque con vos, estoy perdiendo el miedo a envejecer sin aferrarme a la vida sino más bien disfrutándola mientras la tenga. ¡Feliz día a la periodista de la vejez!”.
Las palabras son tan poderosas que, trabajar con ellas es una gran responsabilidad. Amasarlas, pensarlas, escribirlas… es la misión de quien comunica o informa. Y si bien soy una novata de 69, no dejo por eso de asumir lo que conlleva compartir mis sentires, aprendizajes y experiencias junto a ustedes. Con tan sólo una palabra se han desatado grandes conflictos o iluminado inolvidables actos de amor.
Soy una periodista de la vejez. Una promotora sin fanatismos de la vida y sus procesos, caminos y recovecos. Soy una artista de la palabra cuando logro dar cuenta de mi imperfecta humanidad. Soy una mujer que comparte sus aprendizajes sin lecciones ni dogmas, más bien con la humildad de los miedos, la experiencia de los años, y el sinsabor de los dolores ya llorados.
No sueño grandes cambios, más bien comparto lo míos. Esos descubrimientos que me invitaron a peinar las canas, a abrazar las arrugas, a decir sin pruritos mi edad y a encontrarme con otros ya no desde el… “che, qué joven estás” sino más bien desde el… “qué lindo verte”.
Ojalá, algún día, los títulos de los diarios, radios, canales de televisión, portales o redes sociales dejen de hablar de abuelos, abuelas o jubilados: “Jubilado fue asaltado brutalmente”, “abuela cae desmayada en la marcha del tumulto”.
Ojalá, algún día, quien amasa, piensa y escribe las palabras pueda mirarse al espejo y pensarse viejo, vieja. Persona en constante envejecimiento.
Ojalá, en algún momento, empaticen con las canas y comprendan que viejos somos todos porque quienes viven envejecen. La edad no nos escinde de nuestra condición de hombres y mujeres, personas con derechos y deberes.
Ya sé, no soy esa periodista contestataria que imaginó mi padre. Más bien una cronista de la vejez enamorada de sus potencialidades y hallazgos; comprometida con el cuidado de la vida en todas sus dimensiones y agradecida de saber que no estoy sola.
¡Feliz día a todas aquellas personas que con la palabra como herramienta, contribuyen a gestar un mundo más amoroso y altruista! En especial a quienes en este contexto se arrimaron al mundo de la vejez y se animaron a conocerlo sin eufemismos, sin estereotipos y con buen trato. Gracias queridos y queridas colegas. ¡Feliz, feliz día!
Porota.
Porota soy yo, Porota sos vos,
somos todas las personas envejecientes.
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