Virulencia verbal y el lugar de las palabras

La propuesta de El Club de la Porota se caracteriza por trabajar con las palabras: son nuestra herramienta y sabemos que con tan sólo una palabra podemos iniciar una guerra o gestar y promover la paz. El cuidado del uso de las palabras es imperante en estos tiempos en los que todos y todas estamos muy sensibilizadas. Y no hablamos sólo de las que utilizan los otros, sino también de las propias y sobre todo de las que nos decimos a nosotros mismos: ¿Cuál es esa palabra que emerge al despertar y al cerrar tu día?

Las palabras que decimos configuran nuestros pensamientos y acciones.

Tenemos una vasta historia de virulencia verbal, de palabras prohibidas, de violencia, de gritos y, muchas veces, de silencios pesados. Hemos denostado los sentidos, hemos pisoteado consonantes y vocales y hasta en cierto punto, nos hemos inmunizado del maltrato verbal. Todos y cada una creemos tener la razón, somos un mar de sordos egocéntricos tratando de imponer nuestros pensamientos. 

No podemos ir así por la vida, displicentes, creyendo que somos los únicos dueños y dueñas de la verdad. Además: ¿Qué es la verdad? ¿Hay algún lugar donde resida una única e incuestionable verdad? 

Estamos enojados, frustradas, tristes y salimos a patear tableros sin medir las consecuencias. ¿Y después? ¿Quién acomoda las piezas? ¿Podemos volver al juego? ¿O seguimos en una partida eterna, con alfiles, peones y torres desparramados, y ya no sabemos adónde está el tablero? Mar de inmaduros e inmaduras. Definitivamente, a algunas personas, los años no los hacen más sabios. 

¡Qué contradicción la nuestra! Le hemos ganado al paso del tiempo, hemos prolongado la expectativa de vida y ahora renegamos de la longevidad, peor aún, la negamos escindiéndonos de nuestra condición de personas envejecientes. 

Es momento de sincerarnos, de reconocernos mayores. De salir a reclamar por nuestros derechos en vez de que otros lo hagan por nosotros. De salir a dar cuenta de nuestra potencia, de nuestra vigencia, de nuestros proyectos, deseos y actitud de cambio y transformación. Es momento de hackear el viejismo, de tratarnos con respeto, de militar la vejez. 

“Pensábamos que ciertas creencias, que ya fueron demolidas por la ciencia, no deberían volver a ser consideradas. Sin embargo, vemos una suerte de expulsión en la que se promueve la salida del viejo como sujeto político, capaz de reclamar, involucrarse con su sociedad y su época, dejando en manos de los jóvenes que parecen conocer mejor lo que les conviene”, señala Iacub en diálogo con El Club de la Porota. 

Esta promesa juvenil y de rechazo a los viejos no es nueva en la historia ya que los recambios generacionales e ideológicos suelen ir de la mano. Lo que no es habitual es la violencia con la que se instaló este discurso.

“Para algunos pueden ser solo palabras, para otros, en los que me incluyo, son el modo de construir una realidad en la que los viejos puedan ´justificadamente´ ser descartables”, concluyó el también titular de la Cátedra de Tercera Edad y Vejez de la UBA tras reflexionar sobre cómo, en los últimos tiempos, el prejuicio viejista ha tomado formas inéditas en donde, la descalificación del otro, por el simple hecho de tener más edad, se convierte en una herramienta de conflicto entre las diferentes generaciones.

Cuidemos nuestras palabras, nosotros somos los viejos del presente y quienes nos siguen los del mañana. La descalificación de hoy no te resguarda del viejismo del futuro. Sabernos añejos, respetarnos como personas que somos, garantiza el cuidado intergeneracional. 

Porota.

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