Bendiciones de un anciano

María Eva llegó a “Voces mayores” a través de una amiga. Es una mujer de 77 años que afirma haber perdido la audición debido al “Síndrome de Ménière”. Sin embargo, con la ayuda de la tecnología (y la voluntad) lo supera. Nació y vivió en Temperley hasta sus 50 años. Fue docente en escuelas primarias de provincia, profesora de italiano y de Yoga. La cuarentena la encontró en Capital Federal. A continuación, les compartimos la oración que escribió para las personas mayores. La trigésimo novena voz mayor.

Bendiciones de un anciano

Benditos sean los que se adaptan a mi ritmo y no me apuran, porque esto les será útil para tener paciencia consigo mismos.

Benditos sean los que no se fastidian cuando no los oigo y me repiten las cosas con buen tono porque advirtieron que no oigo, pero siento.

Benditos sean los que me consideran útil y me proponen pequeñas tareas porque me ayudan a confiar en mí.

Benditos sean los que me dicen “señora”, si no saben mi nombre, en lugar de masificarme con la palabra “abuela” sin cariño.

Benditos sean los que me dicen “abuela” amorosamente porque me hacen sentir su amor.

Benditos sean los que recuerdan mi nombre y me llaman por él porque me ayudan a resguardar mi identidad.

Benditos sean los que me respetan porque son verdaderos merecedores de respeto.

Benditos sean los que se acuerdan de visitarme porque con cinco minutos de su tiempo alegran veinticuatro horas de mi día.

Benditos sean los que saben ponerse en mi lugar porque les será fácil encontrar su propio lugar en la vida.

Benditos sean los que comprenden que soy distinta, pero me tratan como a un igual.

Benditos sean los que me corrigen sin avergonzarme porque confían en que yo, como todos, podré aprender algo hasta el último día de mi vida.

Benditos sean los que simulan no ver mis pequeñas torpezas inevitables porque estoy segura de que Dios mirará con la misma benevolencia sus faltas.

Benditos sean los que me sonríen porque la vida se los devolverá centuplicado.

Benditos sean los que me hacen reír con sus ocurrencias porque inyectan salud a mi existencia.

Benditos sean los que no se incomodan cuando me ven llorar y me acompañan en silencio porque entendieron que llorar también es parte de estar vivo. En el futuro, sabrán darle decoro a sus propias lágrimas.

Benditos sean los que amé y me amaron porque son mi fortaleza interior.

Benditos sean los que amo y me aman porque son lo mejor de mi presente.  

Maria Eva Moggia (77 años)

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

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