Equinoccio de primavera

Generación y multiplicación son las palabras claves para
referirnos al equinoccio de primavera.

Creer o reventar, pero, en el preciso instante en el que el locutor gritó “¡Feliz primavera!” yo florecí. Suena hasta cursi pero la metáfora sirve. Salté de la cama con un brío que desconocía. Y me dispuse inconscientemente a generar y multiplicar. Primero tuve que pensar en personas que adoro. Segundo, en aquellas con las que estoy más distanciada. Tercero, de qué modo lo o la sorprendería.

Tras eternos minutos ya no pude disimular ¡debía sorprender a mi hija Bianca! El cambio comenzaba por ahí. Tenía que ser con alguien a quien hace mucho tiempo venía postergando. Pensé en infinitas opciones de regalos, pero en el fondo sabía que debía regalarle algo que no se compre. Tomé mi cuaderno y escribí sin pensar demasiado los reclamos que durante mucho tiempo Bianca me hizo: “mamá, nunca me escuchás”, “mi casa es así, desordenada”, “son mis hij@s, no los tuyos”, “nunca estás para cuando te necesito”, “siempre pensando en vos”, “¡por qué no comprendes lo que te estoy diciendo!”, “con papá me entendía mejor”, “estoy cansada Má, hablamos luego”, etc, etc. etc. Tras ponerlos en papel me quedé pensativa, garabateando. Recordé la vez que reclamó la falta de luz y flores en la primavera de sus 15 y con esa imagen se coló la del día en que estaba por nacer Cati. Llegué a la clínica agitada de tanto correr. Cuando me asomé a la habitación en la que estaba haciendo el trabajo de parto, caminó hacia mí como pudo y me cerró la puerta en la cara. En el preciso instante en que esa imagen sobrevoló mi mente, un torrente de lágrimas brotaron desde lo más profundo de mi alma. Mi Bianca, mi pequeña y lastimada Bianca. ¡Cuán desconectada estuve de vos, hija querida! ¡En qué momento dejé escapar las infinitas posibilidades que tuve de acompañarte sin emitir juicios, de mirarte sin exigir que seas lo que yo quería, de apreciarte sin “peros”! Mucho camino me resta recorrer con el corazón en la mano para recuperar el tiempo en el que te perdí.

Nunca es tarde

Llené la casa de flores de Lapacho. Preparé la tarta de ricota, el postre preferido de Bianca. Levanté todas las persianas para que entre luz. Guardé los adornos más frágiles en un cajón, para generar un ambiente apto para la visita de mis nietos. Prendí el hornito con la esencia de limón, dispuse mi mejor vajilla e invité a Bianca a merendar. No resultó sencillo convencerla pero logré un tímido y poco espontáneo “sí”.

Llegó radiante, con su beba a upa y su pequeño niño al lado. Entró con desconfianza, y si bien no me dijo nada pude percibir el placer en su mirada cuando acarició los pétalos del Lapacho, cuando inspiró profundo para sentir el olor a limón y, luego, cuando cerró los ojos y saboreó con cuidado la tarta recién horneada. Amarrada a su beba, varios minutos después, logró acomodarse en la silla para amamantarla. Le serví agua y me fui un rato con Santi a leer un cuento. De fondo, sonaba una música suave que parecía acariciar tan bello instante. Mi hija tranquila alimentando a Cati, su beba de cuatro meses, y yo sin apuros, quieta, disfrutando de mi nieto. Hablé poco, casi nada. Cuando se estaban despidiendo ella me abrazó y me dijo “gracias”.
¡Feliz equinoccio, feliz cambios, feliz multiplicación, feliz primavera!

Porota Vida
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