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Amor de viej@s

¿Cómo lograr que Rita tenga una nueva oportunidad? ¿Cómo pensar en el amor a los 100 años? ¿Qué es el amor y qué representa en nuestro ciclo vital?
Abrir mi corazón para contar mis hallazgos, mi renacer, me ha permitido atraer otras historias de búsquedas similares a las mías que, en un proceso de envejecimiento ya consciente, comienzan a desafiar la mirada dominante sobre lo que l@s viej@s tenemos permitido y prohibido hacer, decir, pensar y mostrar.

Rita enviudó a los veinte años. El día en el que velaron a su esposo, se mudó a la casa materna junto a sus tres niñ@s. Jamás se volvió a casar. Jamás tuvo un affaire, un novio o alguna otra persona que le permitiera disfrutar de su erotismo, de su capacidad de amar y ser amada. Rita fue envejeciendo atravesada por sus miedos, por sus “no puedo”, por los rígidos mandatos familiares y culturales a los que no solamente se auto-sometió sino que también impuso a sus hij@s.

El próximo 15 de noviembre Rita cumplirá 100 años. Cuando algunos miembros de su extensa familia, plagada de nietos y bisnietos, le preguntaron qué quería de regalo, ella respondió: “quiero, el día de mi fiesta, vestir de blanco junto a un novio con quien bailar el vals”. La respuesta no tardó en llegar, risitas de por medio, un@ de ell@s dijo: “abuela, eso es imposible, pedí otra cosa” y así… murió la ilusión de Rita. Tras esa muerte, vino una carta dirigida a mí. Les comparto un fragmento:

En este cuerpo que me cobija reside una fuerza invisible que implosiona cuando no pueden verme por mi condición de vieja. ¿Cómo reparar tanto dolor, tanta violencia, justo ahora que me he dado cuenta de todo lo que me perdí? ¿Cómo hacer para explicarles que solo necesito un hombre que me mire a los ojos unos minutos y que baile conmigo sin pensar en nadie más? Ya no quiero que comprendan mis deseos, sólo quiero que, a través tuyo, Porota, entiendan cuánto amor tenemos para desplegar las personas, incluso quienes ya somos muy viejas”.

¡Cómo no entenderte Rita!
¡Cómo no abrazar tu deseo!
Sí, somos hijas de una cultura que nos tuvo como regimiento. ¡Justo ahora que comprendimos el sistema, quienes amamos ya no hablan nuestra lengua!

Días atrás mi nieta posteó una frase de Joaquín Sabina en su muro de Facebook. Decía: “Serás todo lo guapa que quieras, pero dime… Si el mundo fuera ciego: ¿a cuánta gente impresionarías?”

Querida Rita, va mi regalo para tus 100 años:
Hagamos de cuenta que los sentidos son cuatro. Que solo nacemos con la posibilidad de oler, tocar, degustar y escuchar. Hagamos de cuenta que llega el día de tu fiesta, que tomás el micrófono y que tenés la oportunidad de hablar desde el corazón, de contarles a tus hij@s cuán sola te sentiste el día que enviudaste y cuán sola y arrasada viviste bajo el techo de la casa materna. Hagamos de cuenta que les contás a viva voz que te enamoraste una y mil veces de los actores de las novelas con las que te enredabas en cada siesta. Que soñaste junto a ellos ser abrazada, amada, tocada, querida. Gritales a los cuatro vientos que tu trayecto de vida te ha enseñado a soltar. Que la vida es apenas un suspiro. Que venimos a desplegar nuestro amor, único, e irrepetible. Que podemos amar a muchos y muchas a la vez. Que el luto no es cultural, es personal. Deciles a tus hij@s cuánto los amás, pediles perdón por vos, por tus padres, por tu árbol. Advertiles que siempre estuviste loca, ¡sí! Loca por abrazar la vida. Que esa locura no es de vieja, es innata. Que no estás senil, pero sí atrevida. Que no estás deteriorada, pero sí erosionada y que esa erosión transformó cultura por intuición, prejuicios por verdades, violencia por paz, odio por amor. Contales que ya no hay tiempo que perder. Que nunca es tarde.

Cierro los ojos e imagino tu vals, ese que seguramente bailarás tras desnudarte. Cierro los ojos e imagino a tu compañero, ese que aparecerá tras los invitados, ese que ciegamente te tomará de la mano y te invitará a danzar ininterrumpidamente. Ese, que sin ver, te dirá al oído las frases más hermosas. Ese, que sin esperarlo, te regalará una flor blanca. Ese que sin ver, habrá llegado a conocerte más que nadie. Porque cuando aprendemos a pedir perdón con el corazón tenemos lo que anhelamos con los ojos del alma.

Porota Vida
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