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Hacia el colectivo de ¡viejos! ¡viejas!

Mi amiga Mónica Roqué afirma que si los viejos hiciésemos huelga, la medida tendría mucho más impacto que un paro total de transporte público. 

Sin embargo, es difícil que eso suceda. Porque lo primero que debe existir es una conciencia colectiva de “viejos” dispuestos a identificarse con la vejez. Es en ese preciso instante en el que el terreno adopta formas fangosas cual arena movediza. 

  • “¡Viejos son los trapos!”
  • “¡Yo me siento joven!”
  • “¡Viejo, vieja! yo no soy nada de eso” 
  • “Estoy viviendo mi tercera juventud” 
  • “Soy una viejeniall” 
  • “Atravieso mi sexalescencia” 

 

Y así… miles de pares intentan sacudir los estereotipos y prejuicios sobre la edad y la vejez que los invade, en una perorata sin fin para evadir “el riesgo” de ser llamados ¡VIEJOS! 

Este modo de comportarnos ante nuestras propias canas tiene una explicación lógica: el ya conocido VIEJISMO. 

El viejismo es una alteración en los sentimientos, creencias o comportamientos en respuesta a la edad cronológica percibida de un individuo o de un grupo de personas. El viejismo opera de manera implícita ya que no existen grupos que repudien o menosprecien a los más viejos como sí aquellos que menosprecian grupos religiosos, sexuales, raciales o étnicos. El viejismo opera silenciosamente, pasa inadvertido, sin la preexistente intención de dañar. Hasta parece ser aceptable: “para mi, hablar de ´abuelita´ es una forma cariñosa de referirme a usted, señora”, me responden cada vez que insisto en no ser “la abuela” de todas las personas que se me cruzan por el camino. 

“¿Vieja yo? vieja es ella que tiene 80 y camina con bastón”.

Los estereotipos no solo habitan en los otros, también se activan en quienes ya somos viejos. Estos prejuicios son denominados implícitos y serían los que obstaculizan la posibilidad de pensarnos colectivamente.   

Una importante investigación impulsada por Becca Levy, de la universidad de Yale reveló hace tiempo que “las creencias sobre la edad tienden a ser internalizadas temprano en la vida y luego se mantienen estables a lo largo del tiempo, sin intervenciones”. Asimismo, Levy y sus colegas detectaron que aquellas personas que perciben el envejecimiento desde una perspectiva optimista y positiva envejecen y viven mucho más que quienes perciben y vivencian su propio envejecimiento con actitudes viejistas fuertemente arraigadas: “Nuestro hallazgo podría proporcionar un fundamento para crear una campaña de salud pública que combata las fuentes sociales de convicciones negativas sobre la edad”, sostuvo Levy quien echó luz sobre una temática que, insisto, debemos abordar desde las edades más tempranas de la vida de una persona. 

Vamos a vivir más años. Vivir y envejecer van de la mano. Por eso urge desandar las miradas viejistas que nos habitan, activar dispositivos para desmitificar este proceso tan inherente a la existencia humana del siglo XXI y comenzar a identificarnos con esa imagen que nos devuelve el espejo. 

Apremia promover los atributos positivos de la vejez. Diría que con algo de exageración. Así y solo así podremos compensar los efectos de la debilidad que trae el viejisimo implícito que todos llevamos dentro.

 

Porota 

Porota sos vos, soy yo, somos

todas las personas envejecientes

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