La segunda mitad y los recuerdos

Conocimos a Natalia Brusa gracias a la experiencia artística – literaria que coordina junto a Andrea Porello conocida como “Trazos y Palabras”. Natalia es Comunicadora Social, escritora y amiga de El Club de la Porota. Con la confianza que caracteriza a los amigos nos regaló una serie de textos preciosos. Arrancamos con la primera tanda, en la que la escritora cordobesa reflexiona, en clave narrativa, sobre la segunda mitad (de la vida) y la forma en la que se configuran los recuerdos a través de la palabra. Ojalá que lo disfruten tanto como nosotros. Pasen, sean bienvenidos, bienvenidas.

Mi hermano no es García Márquez, pero un día me dijo: “yo vivo  tratando de construir recuerdos”.

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, empieza Gabriel García Márquez su libro autobiográfico “Vivir para contarla” y nos hace pensar cuántos de nuestros recuerdos son relatos que nos contaron acerca de nosotros o que nos contamos nosotros mismos. 

Una primera aproximación a la materia prima de los recuerdos nos dice que estos están conformados básicamente por dos elementos: los hechos y las emociones que los mismos despertaron en nosotros. Los fundamentalistas de la objetividad y del conocimiento empírico defienden que los hechos son los hechos y ocurrieron de una sola manera. Sin embargo, para los humanos comunes y corrientes, el mismo hecho tiene para cada protagonista un tinte diferente. 

Un ejemplo concreto lo constituyen los juicios. En ellos, los testigos de un hecho lo recuerdan de diferente manera y cada uno rescata detalles que quizás para otro resultaron desapercibidos. El color de una vestimenta, o el sonido de un ómnibus que justo pasaba, o la cantidad de pasos exacta que dio el tirador antes de disparar. Y muchas veces las versiones sobre el mismo acontecimiento son abiertamente contradictorias.

Así ocurre tanto en lo trágico como en lo bello de la vida. De todo lo que uno vive, ¿Qué es lo que elige quedarse impregnado en la memoria? ¿Por qué esa esquina, esa maestra, esa palabra, ese gesto, esa comida, ese beso, ese paisaje?

Lamentablemente la memoria no es un mecanismo matemático que se acciona voluntariamente. Uno no elige qué recordar, ni tampoco qué olvidar. Tampoco elige cuándo olvidar. Esta podría ser una primera conclusión sobre los recuerdos. Los recuerdos no son voluntarios. Hay cosas que insisten en permanecer en la memoria mientras que otras insisten en desaparecer.

Las voces de los que ya no están por ejemplo, tienden a irse para no volver. Los olores, por el contrario, se impregnan en la ropa, en las paredes, en los automóviles, en los objetos cotidianos.

Y aunque parezca contradictorio aparece un tercer elemento   constitutivo de los recuerdos y es la ausencia. La intrínseca contradicción del recuerdo es que está formado por la ausencia, sin ausencia no hay recuerdo o sea que el recuerdo batalla contra lo que lo constituye y allí quizás esté uno de sus misterios.

¿Cómo se recuerda lo que ya no está?

El fotógrafo argentino Gustavo Germano, en su trabajo “Ausencias”, logró darle cuerpo a las ausencias recreando viejas fotos con los mismos protagonistas y dejando el lugar vacío de los que ya no están tras haber sido desaparecidos por dictaduras militares en América latina. De esta manera logró que el vacío esté lleno de memoria; que el vacío cuente su propia historia, que la ausencia potencie el recuerdo.

En la segunda mitad de la vida aparece una especie de pulsión  de retorno teñida de nostalgia. Uno empieza a fantasear con volver a los lugares que fueron significativos en nuestras vidas como la casa de los abuelos, la escuela primaria, las calles del barrio o a tratar de contactarse con los viejos compañeros de colegio. Aparecen los grupos “promo 1990” que exhiben la galería de todo lo que ya dejamos de ser para ser lo que ahora somos. ¿Qué nos hace querer volver? ¿Es un afán de constatar si las cosas realmente eran como uno las recuerda o es sólo un intento más de luchar contra el olvido? ¿Habrá que volver a los lugares donde uno fue feliz?

En “Biografía de la lluvia” Santiago Kovadloff relata cuando regresó a su casa de Laboulaye, donde pasó algunos años de la infancia y el desencanto que sintió cuando la realidad desbarató sus recuerdos más felices.

La escritora mexicana Isabel Zapata dice, en su libro Troika, que la memoria está llena de deseo. Y se pregunta ¿qué es más real, los hechos tal cual ocurrieron, o el deseo que hubieran sido distintos? “Y cuando me preguntan: ¿Es verdad? Es verdad en cuanto a que mis deseos están ahí y mis deseos también son verdad, son más verdad que muchas otras cosas que puedes escribir con datos exactos o precisos. Yo no creo en esa división de que la ficción es mentira y la verdad es memoria, creo que ponemos mucho de verdad cuando escribimos narrativa e inventamos mucho cuando escribimos memoria”.

*Por Natalia Brusa, especial para el Club de la Porota. Natalia es la creadora del Newsletter “Consuelo de Tintas”. Suscríbete
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