¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?
El Día de los enamorados/as, también conocido como Día de San Valentín tiene algunas similitudes con Halloween: es una festividad de origen religioso, típicamente occidental y anglosajona, que el mercado transformó en consumo y que nos fueron encajando de prepo en estas pampas.
Hay una premisa que nos gusta seguir en el Club de la Porota: mirar siempre el reverso de las cosas, buscar los distintos ángulos de la foto, desconfiar de los “sí” rotundos y de los “no” inamovibles. Así, nos proponemos día a día, hackear al viejismo, cuestionar las narrativas que nos atan y proponer nuevas palabras, nuevos discursos que nos permitan liberarnos de todo aquello que nos incomoda.
Es una militancia diaria que se plasma en acciones cotidianas, chiquitas, a veces imperceptibles. No salvaremos el planeta por reciclar basura pero es mejor eso que nada. No cambiaremos la pobreza si le damos una moneda al pibe que te vende la estampita pero quizás le cambiemos el día a él si lo miramos a los ojos y le decimos gracias. No cambiaremos los prejuicios hacia las personas mayores pero podemos empezar por ponernos en el lugar del otro y entender que todos somos iguales. “No vamos a poder desarmar nuestros prejuicios si no empezamos a mirar a esas personas mayores que forman parte de nuestro cotidiano con otros ojos, con otra mirada, en la cual les habilitemos otras posibilidades por fuera de lo establecido”, reflexionaba Claudio Barbero al respecto, cuando lo entrevistamos el año pasado.
Sol Rodríguez Maiztegui tiraba una línea al respecto: “Hay una pregunta que tenemos que hacernos, que viene del lado del amor propio, porque en definitiva amamos de la forma en la que nos amamos: ¿Qué buscamos cuando buscamos el amor? Creo que tenemos que pensar una forma diferente de amar. Pensar en una narrativa diferente acerca del amor”. El siempre irónico Andrés Calamaro se preguntaba: “¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? ¿Por qué cantamos canciones de amor? Si suenan mal y nunca tienen razón. No se puede vivir del amor”.
Enamorarse antes y después
“Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo”, cantaba Mercedes Sosa. Y el amor, como casi todo, cambia. Y en buena hora ya que la narrativa acerca del amor era, casi siempre, masculina: en las canciones, en el arte, en las formas, en los libros, en la tele y en la vida. Pensemos por un momento en cómo el machismo inculcaba una forma de amar. De esta manera, el amor era un recipiente donde entraban un par de narrativas, algunas tradiciones, dos o tres prejuicios y no había lugar para otra.
Una vez encontré unas cartas de puño y letra de mi abuelo Juan y mi abuela Santina. Era un ida y vuelta. Un chat de los años 30´, un poco más lento, sí, pero con el mismo sentido: el amor. Se prometían el cielo y las estrellas.
A mi bisabuela María la casaron por carta. Ella tenía 15 años y Elías 30. El experimento salió bien porque Elías resultó ser un buen tipo pero: ¿estaba enamorada María?, ¿qué era el amor en aquellos años?, ¿para dónde apuntaban las flechas de Cupido? Los caminos del amor eran otros. Un hombre pedía la mano de una mujer al padre, como si se tratara de un paquete de azúcar. Se decidía entre hombres y ahora que escribo me pregunto si eso era amor o si tenía otro nombre. Nunca lo sabremos porque de eso no se hablaba.
Eran épocas de cabeceo, de bailes vigilados, de virginidad hasta el casamiento, de silencios, de hombres decidiendo todo. Creo que la palabra que define esto es patriarcado.
En nuestra reunión semanal nos preguntábamos cómo se configuraba el amor en los adultos mayores, cómo se rompen los moldes que parecían irrompibles. Fuimos buscando testimonios, recopilando experiencias, encontrando comentarios. Las personas mayores usan las redes sociales y las aplicaciones: Tinder, Badoo, Facebook Parejas, entre otras. Hacen match, se mandan fotos, se escriben, se prometen el cielo y las estrellas, como en las épocas de Juan y Santina.
Pienso en Porota y en cómo ella fue capaz de reconfigurar sus propias nociones de amor una vez que enviudó de Pompeyo. En uno de sus tantos textos ella decía: “Soy de la generación que habilitó nuevos modos de amar y de ser. Y si hoy «no hay edad» para muchas cosas, es porque sembramos la semilla del cuidado en todas las etapas de la vida. Las edades se desdibujan porque de a poco vamos comprendiendo que debemos edificar espacios para todos, sin distinciones, ni diferencias, sino más bien con el respeto que gesto en cada silencio pero también en cada mañana en la que levanto las persianas y me dejo acariciar por la luz del amanecer, por la humedad de la lluvia o el canto de ese pájaro perdido en medio de la ciudad. Mientras mi corazón pulse seguiré eligiendo ver el sol”.
Quizás el amor se trate de eso, del amor propio, de brillar para iluminar a todo lo que nos rodea. Gracias Porota y feliz día. Hoy y siempre.