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Estudiar en épocas de vejez

“Un día muy especial” es un cuento de José Sanabria. En sus coloridas páginas aparece una breve historia de un episodio importantísimo en la vida de una vieja llamada Eva Rey. Eva es esquiva, hosca y antipática. Sus intrigados vecinos se preguntan: “¿por qué no responde a nuestras interpelaciones?, ¿por qué se encierra tanto tiempo en su casa?, ¿a dónde va?”.

 

En Villa Huidobro, una localidad bien al sur de Córdoba, se encuentra la residencia de larga estadía provincial “Evita”. Allí viven dieciséis personas mayores que, gracias a este espacio, no se han perdido en su trágico pasado plagado de abandonos, adicciones y soledad. Un equipo comprometido con su tarea; acompañado por Silvina Ortolani, representante de las áreas técnicas del Ministerio de Desarrollo y del Plan Córdoba Mayor, impulsa un trabajo de empoderamiento no solo de sus residentes sino también de sí mismos.  

“Todo comenzó cuando el año pasado el personal contratado tuvo que terminar la primaria para transformarse en personal de planta”, me explicó Carina Elvira, responsable de la residencia.

El efecto fue de contagio. Liberador.  

“Cuando el individuo no lucha por sus intereses y emancipación cultural y social, parece como si hubiera perdido el amor por la vida”, reza una de las tantas frases célebres del gran pedagogo Paulo Freire.

Y aquí me detengo.

Néstor, Arnaldo y Ana María son compañeros de vida, y ahora también de escuela. Cada uno trajo a la residencia su pasado. Un pasado sin libertades. Porque sin educación no hay posibilidad de construir autonomía.

¡Qué función revolucionaria la de las instituciones que miran a las personas como un manojo de oportunidades y potencialidades!, ¡que no juzgan o actúan en función de sus preconceptos!, que van más allá de lo esperado y promueven el empoderamiento personal y colectivo… ¡el amor por la vida!

 

 

 

 

Ya no importa ese pesado pasado. Lo que importa es el presente. Es la posibilidad de acompañar un proceso que es individual y colectivo a la vez, que propone una constante superación.

 

Y la casa se regó de cuadernos, lápices, dibujos y colores.

Ya lo reveló en su momento el informe del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores de la UCA: uno de los factores que inciden en que los adultos y adultas mayores no activen soluciones a los problemas es su nivel educativo. “Mientras menor sea la educación recibida, mayor evitativos o pasivos serán los modos de afrontar las adversidades”.

 

Eva Rey -la del cuento- le esquiva al contacto con sus vecinos. Se hace la que no escucha, camina ligero, y roba su mejor flor de noche cuando nadie la ve. Curiosos la siguen sin perderla de vista. Grande es la sorpresa cuando una manada de maestros y estudiantes la esperan para entrar a la escuela.

 

Mientras, la odisea es noticia, y el periodista de Villa Huidobro dice a viva voz: “Nunca es tarde, Néstor”. Y Néstor, secundado por Arnaldo y Ana María, lo reafirma con una sonrisa: “Nunca es tarde”.

Dedico esta columna, sencilla, imperfecta y breve a todas las personas que de manera anónima, silenciosa y heroica posibilitan la autorrealización personal y colectiva. “Nadie educa a nadie —nadie se educa a sí mismo—, las personas se educan entre sí con la mediación del mundo” (Paulo Freire).

 

 

Porota

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