Mayores, el futuro – presente de la humanidad

En mi página de Facebook compartí esta semana una nota de Humberto Maturana, un científico chileno multipremiado. No lo conocía, hasta que me topé con su frase “el futuro de la humanidad no son los niños, son los mayores”. Seguramente, tras leer esta cita muchos por dentro estarán regocijándose y diciendo “al fin se dan cuenta del verdadero valor de las personas mayores”. Pero ¡ojo!, la frase continúa y los invito a que sigan leyendo con conciencia: “Nosotros (los mayores) hoy somos el futuro de la humanidad. Los niños se transforman con nosotros. Van a reflexionar, van a mentir, van a decir la verdad, van a estar atentos a lo que ocurre, van a ser tiernos, si nosotros los mayores, con los que conviven, decimos la verdad, no hacemos trampa, o somos tiernos”, explicó Maturana.

¡Es tan elocuente! Pues claro. ¿Cómo exigir una sociedad mejor si no comenzamos por mirarnos y analizar que estamos diciendo y haciendo con las palabras que brotan de nuestra boca, con los gestos, las miradas, las acciones cotidianas? 

Les propongo una lista de cosas y acciones a realizar. Algunas son tan pequeñas, como un granito de arena. Otras, gigantes como un edificios. Pero están todas ahí, al alcance de la mano:

  • Saludar cordialmente a la persona desconocida.
  • Dejar el celular para pedir el café y mirar, a quien nos toma el pedido, a los ojos.
  • Bajar el vidrio del auto confiada para dar la moneda al que limpia el vidrio.
  • Dar el asiento a la persona mayor, a la embarazada, o por qué no, a aquella persona que, intuimos, no se siente bien, aún cuando no pertenezca a los grupos de excepción.
  • Tirar la basura en el cesto.
  • Dar paso al peatón.
  • Dejar pasar al imprudente sin enojarse.
  • Dejar el celular para compartir una charla.
  • Pasar por una biblioteca y hacerte socio.
  • Dialogar sin levantar la voz.
  • Escuchar sin enjuiciar.
  • Colaborar sin esperar nada a cambio.
  • Aceptar los diferentes puntos de vista.
  • Entender que no somos el pupo del mundo de los demás.
  • Apagar la televisión y bailar un ratito abrazados.
  • ¡Apagar la televisión!
  • Salir de picnic.
  • Regalar porque sí algo hecho por una.
  • Inhalar profundo la brisa fresca que trae la lluvia.
  • Respetar el espacio ajeno y al otro u otra por el simple hecho de ser persona.
  • Sembrar juguetes en la plaza.
  • Identificar el enojo y hacerse cargo.
  • Caminar sin agachar la cabeza al celular. Apreciar la flor que crece en el balcón, la luna que sale con el sol, los pájaros que emigran al calor, el mosquito que intenta picarnos, el cartel luminoso del kiosco.

Así de sencillo, así de difícil. Así, con la simpleza cotidiana con la que la vida nos invita a conectarnos con sus olores, sabores  así… construimos futuro. 

Y sí, mi querido Humberto, coincido contigo: “Amar educa. Si creamos un espacio que acoge, que escucha, en el cual decimos la verdad y contestamos las preguntas y nos damos tiempo para estar allí con el niño o niña, ese niño se transformará en una persona reflexiva, seria, responsable que va a escoger desde sí. Porque el acto de escoger es fundamental y constituye un acto de conciencia (…) a nadie le gusta obedecer porque es una negación de sí mismo. Sin embargo, en el colaborar tengo presencia, soy libre, escojo”.

Porota.

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