Terroristas de la felicidad
Hoy haremos de cuenta que no sabemos nada de viejismo*. Hoy nos subiremos al prejuicio de la inimputabilidad y cumpliremos deseos de la infancia. L@s invitaré a estimular el pensamiento positivo y a jugar a ser los Reyes Magos, Papá Noel, el Ratón Pérez, el Hada de los Dientes o algún súper héroe. Regalaremos ilusión. Esa ilusión que revivimos de la mano de un niño o de una niña. Esa ilusión que recuperé tras el nacimiento de mi primer sobrino nieto y que luego consolidé con mis niet@s.
Fue así que sin importar las consecuencias, las miradas de los demás y/o críticas decidí sorprender a Facu para su cumpleaños. Recurrí a Marta, Raúl y Raquel para que me ayudaran y no le dije nada a mis hij@s. Desde que comenzó el año Facu insiste en conocer a sus súper héroes preferidos: Batman, Superman, El Capitán América y Rayo McQueen.
Comencé a planificar mi estrategia casi dos meses antes de la fecha. Invité a mis amigos a una maratón de cine contemporáneo para conocer cómo eran y qué hacían esos personajes que Facu tanto quería (y que distan mucho de ser los que disfrutábamos nosotr@s de pequeñ@s). Prever la reunión me obligó a cocinar una rica torta, a cambiar la reposera rota y a colgar finalmente el televisor led que yacía apoyado sobre la pared. El día elegido fue memorable. Llovía copiosamente y no existía mejor programa en el mundo que el nuestro. Primero vimos “Batman vs. Súperman”, luego seguimos con “Capitán América” (la primera de la trilogía) y culminamos la velada con “Cars”, la película de Disney y Pixar que tiene como protagonistas a dos autos muy tiernos: Rayo McQueen y Mate.
Raquel tiró una colchoneta, apoyó su espalda en el sofá, se tapó con una manta de polar, abrazó el balde de pururú y no paró de ingerirlo hasta que aparecieron los títulos de la última película. Marta se acomodó en el sillón principal y acercó un banco para extender sus piernas. Si bien fue y vino al baño veinte veces, por suerte, no se durmió. Raúl, en cambio, ocupó la reposera nueva que es muy cómoda y flexible. De vez en cuando se paraba para estirar las piernas. Hubiese pagado por sacarle una foto mientras veía Batman vs. Superman. Su cara de fascinación no tenía precio. En tanto yo, acaparé la mecedora que era de mi madre y, ponchito en mano, dormité tranquila de conocer al pie de la letra cada una de las películas.
Mar de infancia
Transcurrieron casi seis horas y nadie atinó a irse. Pues entonces ¡me relajé! ¿Qué me podía pasar si un día de los tantos que tiene la semana rompía la rutina? ¡Nada! Me entregué cien por ciento al momento de encuentro. Preparamos una picadita con vino tinto mientras dirimimos cual niñ@s, qué papel asumir para sorprender a Facu. Reímos a más no poder imaginándonos disfrazad@s de Batman, Capitán América o Superman. Ni hablar cuando tuvimos que sortear los papeles, ningun@ quiso asumir el rol de Rayo McQueen: “¡Un auto, cómo representar un auto!” decíamos a coro mientras nadábamos en un mar de carcajadas.
Las anécdotas de nuestras infancias se colaron cual espíritus. En el diálogo ameno, desprejuiciado y libre danzaron a nuestro alrededor inundando el ambiente de una nostalgia regocijante: El Zorro, El Llanero Solitario, La Pequeña Lulú, Dick Tracy, El Increíble Hulk, Lucky Luke, Pelopincho y Cachirula, Mafalda, Condorito, Tintín, y muchos más.
Facu cumple años en unos días. Todavía tenemos tiempo para organizar la sorpresa. La verdad, no sabemos cómo saldrá, pero no nos importa, lo más importante es habernos permitido jugar, soñar, proyectar, reír, explorar nuevas opciones, disfrutar de la sencillez de la vida. El resultado no es lo que importa; el proceso es lo que verdaderamente nos nutre, nos relaja y permite pensar en positivo, pintar de colores la vida, entender que el tiempo no nos pertenece y que lo único certero es el presente.
*Viejismo: Estereotipos y prejuicios contra las Personas Mayores
Porota Vida
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