Y después de los 60… ¿qué?
La pregunta habla por sí sola: ¿Y después de los 60, qué?
La pregunta habla por sí sola: ¿Y después de los 60, qué?
¿Cómo quisiéramos ser tratados en la vejez? Esa es la pregunta sobre la cual gira este texto y este precioso video.
Desde que comencé a pensarme como una mujer envejeciente, he notado que mi vida cobra sentido en función de lo que hago “por los demás” y que ese “por los demás” es una excusa para tener excusas. Desde el más sencillo de los bizcochuelos hasta el más complejo de los tejidos, incluyendo estas líneas y…
Sin quererlo o queriéndolo, no sé, quizá, tal vez… me he ido transformando en una voz que ya no es tan sólo mía sino de muchas otras personas. Me he ido metiendo en sus casas, en sus historias, y anhelos; en sus deseos y recuerdos. Y fue así, como un buen día recibí un correo…
En la semana en la que Argentina ratificó su adhesión a la Convención Americana de Derechos Humanos para las personas mayores, Sol Rodríguez Maiztegui analiza los avances y retrocesos en materia de viejismo en relación a las políticas públicas.
¿Cómo encontrar un lugar apropiado para ejercer nuestra vejez sin caer en los lugares asignados que lo único que hacen es reproducir un prejuicio? Romper estos estereotipos es un camino largo pero necesario.
El Congreso de la Nación aprobó la adhesión a la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. Este paso (importante, sin dudas) nos advierte acerca de la importancia cotidiana de reivindicar estos derechos que deberían ser naturales y nacer desde el raciocinio y el sentido común.
¿Qué sentidos se le ponen en la mochila a la palabra “vieja o viejo”? ¿Qué valores se le atribuyen a las personas de la tercera edad? ¿Tan hermoso es ser joven y tan deprimente es ser viejo? “Cada etapa tiene sus encantos y desencantos. Ninguna es tan idílica o desagradable. Todas conllevan sus desafíos. Muchas veces nos perdemos en el enojo de no haber aprovechado la juventud del modo en que nos hubiese gustado. Y en ese enojo, nos olvidamos que lo único que nos pertenece es el presente, que nunca es tarde, que hoy con mayor conciencia podemos hacer y deshacer a gusto y antojo.”
Un encuentro con otras y otros despierta en Porota la convicción de seguir en el camino iniciado recientemente: el del redescubrimiento. “Hace un par de años que me estoy animando a vivir de un modo diferente, a cuestionar mis axiomas, a reencontrarme con esa que quise ser”… Dale, Porota, que nunca es tarde.
Vivimos en una sociedad que condena a los viejos a un lugar de pasividad. Su sabiduría muchas veces es ninguneada por la prepotencia de la juventud. Porota indaga en su vida, en sus errores, en las veces en las que aceptó los mandatos sociales y culturales. Los viejos y las viejas todavía tienen mucho para decir y hacer. Quizás sea momento de cerrar los ojos y animarse a bailar.